México, dilema constitucional de la seguridad
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La oferta del presidente Trump de cooperar con fuerzas armadas para abatir los grupos delincuenciales de México genera un efecto inercial de rechazo: No, se perdería la soberanía. Ese concepto que cada día más se vuelve inasible para muchos: cobro de “derecho de piso”, extorsión, tráfico de personas y de sus órganos, reclutamiento obligatorio de niños y jóvenes condenados a perder su futuro para aumentar la fuerza del crimen y un amplio etcétera. La Constitución contiene una respuesta que incomoda. No es un invento de coyuntura. Es un mecanismo previsto en el diseño constitucional. Véase si no.
Primero. Hablar de soberanía en México se ha vuelto un mantra. Se repite al infinito. Basta salir a ciertas carreteras para comprender la contradicción. Ahí la soberanía no la ejerce el Estado, sino grupos criminales. Ahí está el golpe de realidad: la soberanía ya no es uniforme, es fragmentada. Cada intento de depuración interno de las fuerzas del orden ha terminado en fracaso. Las redes de corrupción son demasiado profundas. La población lo sabe y, por eso, desconfía. El artículo 1º de la Constitución es contundente: toda autoridad debe proteger los derechos humanos. El primero, el más básico, es el derecho a la vida. Muchas muertes violentas cada año revelan que ese deber no se cumple. El artículo 4o agrega la obligación de vivir libre de violencias como parte de la vida digna. La brecha entre el texto y la realidad es insostenible. Aceptar cooperación militar de Estados Unidos no significa entregar el país. Significa recuperar lo perdido. Es ejercer soberanía........
© Proceso
