«El amor en la red»
Atrás quedaron aquellos hermosos días en que había que comprar claveles, un ramo de rosas rojas o una caja de bombones, y aventurarse calle abajo embalsamado con colonia varonil, con el cuello tieso y el pecho inflado. Muy atrás quedaron los cortejos con guitarra bajo el balcón atestado de macetas, esas dulces serenatas que acababan siempre con el músico enamorado recibiendo un barreño de agua fría de la vecina del segundo piso, solterona de pedigrí, disconforme con las argucias musicales e intempestivas del trovador. Lejos quedaron las epístolas manuscritas en que se volcaba, con caligrafía temblona, toda la ardiente y bulliciosa pasión contenida en un pobre corazón que latía arrebatado. Muy lejos ha quedado —tanto, que a duras penas puede distinguirse ya— esa época en que lo........
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