Pequeñas f(r)icciones: ¡Se siente, se siente, Acuña persistente!
En Trujillo, mientras en las calles la violencia mantiene en zozobra a la población, César Acuña, el gobernador regional de La Libertad, el hombre que debería velar por —y no a— sus ciudadanos, se encuentra en la comodidad de su estudio, abocado a temas de mayor trascendencia: buscar un eslogan para su campaña presidencial. Sentado frente a su escritorio, con un par de lentes colgados de su cuello, y tras horas de exprimir su creatividad, ha logrado unas cuantas frases. Sin embargo, en ese momento, Acuña siente que de algún lugar recóndito de su ser va emergiendo una idea; todavía no sabe cuál es, pero ya la adivina, la saborea; tiene el presentimiento, casi la certeza, de que será la mejor de todas. Conforme se va definiendo, como si fuera una cámara haciendo foco lentamente, se llena de entusiasmo y de ansiedad. Entonces, por fin, la idea aparece nítida en su mente y, en ese mismo instante, empiezan a golpear la puerta con insistencia. “¡Carajo!”, exclama Acuña mientras la idea se le escurre. “¿Quién viene a interrumpir?”, agrega, entre molesto y derrotado.
Richard Acuña, algo arrepentido de haber interrumpido, ingresa titubeando al estudio. Llega hasta la silla del otro lado del escritorio y se sienta. Su padre encoge los ojos y levanta su mentón.
—Hola, pa.
—Justo tenías que venir cuando estaba teniendo una gran idea, una ideota.
—¿Cuál idea?
—No sé, se me fue cuando tocaste la puerta y no logro recordarla.
—Seguro que te volverá a llegar, pa. Piensa bien.
—No, mejor no pienso.
—¿Por qué no?
—Porque seguro la idea volverá en el momento menos pensado.
—Si tú lo dices.
Acuña coge la libreta donde escribió los eslóganes y se pone los lentes.
—Ya que estás aquí, te cuento que he estado haciendo algunas frases para la campaña.
—¿La........
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