Pequeñas f(r)icciones: ¡Que venga la sentencia!… ¿O la embajada?
Mario Vizcarra llega a la sala de reuniones del local de Perú Primero. Ahí, hundido en el sillón que preside la mesa larga y rectangular, está su hermano, Martín. Trata de saludarlo desde la puerta, pero Vizcarra está con la mirada perdida, vacía, como si sus ojos fueran de marfil. Mario se acerca, toma asiento al lado derecho del expresidente y lo contempla unos segundos, antes de volver a saludarlo. Esta vez, Vizcarra reacciona, lo mira y fuerza una sonrisa.
—¿Qué pasa, hermano? ¿Por qué esa cara de velorio? —pregunta Mario y, enseguida, una sospecha oscurece su rostro y le apaga el ánimo—. No me digas que ha pasado algo en la familia…
—No, no ha pasado nada en la familia. No ha pasado nada todavía, pero va a pasar.
—No te entiendo, Martín. Cuéntame, ¿qué pasa?
Vizcarra no hace gesto alguno, solo levanta apenas el mentón. Se toma unos segundos antes de contestar.
—Como sabes, el miércoles me dictan sentencia.
—Claro.
—¿Y te acuerdas que iba a pedirle a mis contactos en el Poder Judicial que me adelanten cómo va la cosa?
—Sí, sí. Me acuerdo. ¿Ya te averiguaron algo?
—Sí, ya me averiguaron.
—¿Y qué te han dicho?
—Estoy jodido, hermano —dice Vizcarra con la cabeza inclinada hacia adelante—. Me van a condenar.
De pronto, Mario pone las manos sobre el escritorio, juntas, con fuerza, como si hubiera tratado de matar dos moscas al mismo tiempo. Luego, niega con la cabeza y suspira largamente.
—Eso no puede ser, hermano. ¿Ya moviste todas tus influencias?
—Todas. Según lo que me han dicho, ya no hay nada que hacer.
—Es como para no creerlo. Nunca se hace justicia en este país y justo se les ocurre empezar contigo. ¿Y ahora qué vas a hacer?
—No sé. Me aterra la sola idea de volver a........





















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