Esta semana se cumplieron 25 años de la tarde en que Fernando Olivera y Luis Iberico mostraron al país —al país que tenía cable y podía ver Canal N— el escandaloso y ahora icónico video donde, en una pequeña sala del Servicio de Inteligencia Nacional, Alberto Kouri, un congresista que abrazó el fujimorismo apenas fue elegido, se contornea y hace movimientos propios de una sesión de calistenia, mientras Vladimiro Montesinos, el otrora poderoso asesor presidencial, va colocando, como si fuera un niño armando un Lego, billete sobre billete, los 15 mil dólares acordados.

El video, pese a que la mayoría de la prensa —casi toda controlada por el Gobierno— no le dio cobertura inicial, provocó la caída de Montesinos, el adelanto de elecciones y la posterior fuga y renuncia de Fujimori. Y es que siempre, aunque tengas un poder inmenso, aunque hayas corrompido a congresistas, magistrados y periodistas, como lo hizo la dupla Montesinos-Fujimori, existe un límite. Al menos eso pensaba… hasta que, un cuarto de siglo después, apareció la dupla Boluarte-Santiváñez. Se trata, desde luego, de una dupla menos articulada, menos peligrosa y bastante menos trascendente, pero mucho, muchísimo más desfachatada.

En la pantalla del televisor, Santiváñez acaba de terminar de ver el reportaje donde se revela un nuevo audio, esta vez entre él y el entonces ministro de Justicia y actual premier, Eduardo Arana. En seguida, estira su brazo y apaga el aparato con el control remoto. Luego, junta los labios hacia adelante, como si estuviera dando un beso volado, y asiente varias veces con la cabeza. En ese momento, viñetas del pasado empiezan a desfilar por su mente: los años que defendía a policías, su ingreso al Ministerio del Interior, primero como asesor, luego como........

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