La talentosa señora Preysler
Hace años en la presentación de un libro de poesía del que no recuerdo título y autor se aseveró algo que, irónicamente, no he podido olvidar: el estado ideal del hombre no es el enamoramiento, sino el etílico.
El dicho se sustentaba en que la intoxicación alcohólica facilitaba la desinhibición y relajamiento óptimos para una existencia feliz, libre de ataduras sociales inútiles.
En cambio, el enamoramiento era pernicioso. Arrastraba a su víctima hacia el precipicio de la obsesión y la ceguera temporal, aquel donde se idealiza a la persona que origina el desvarío. Según la ciencia, este estado de estupidez sonriente puede durar entre seis meses y tres años.
Inexactamente, se le atribuye al corazón el control administrativo del enamoramiento. Agregándole equívoco al error, durante más de cinco décadas se le ha otorgado el debatible título de Reina de Corazones a una persona que ha demostrado gran talento para usufructuar estos daños colaterales del enamoramiento a favor del beneficio personal. Una depredadora sentimental, pero con bandera de amorosa.
Esta persona es doña María Isabel Preysler, socialité española de origen filipino. Ella discurre por la delgada línea entre ética y provecho, con marcada inclinación hacia lo segundo. Como por ley natural ya una edad vulnerable la priva de recurrir a su habitual vehículo de........





















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