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Dará risa hasta que dé miedo

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25.08.2025

El ser humano lleva miles de años pensando en penes. Toneladas y kilómetros de testimonios fálicos, esculpidos y retratados, pueblan el mundo desde la India y Japón hasta Grecia, América y África como manifestación constante de la obsesión con el pendulante apéndice.

Su característica figura, a veces infantilizada, otras intimidante, se ha asociado a la fertilidad, la creación y el poder, utilizándose en rituales religiosos y sociales. Son la evidencia de que de manera universal el falo reclama una presencia permanente en el pensamiento humano. Inclusive se argumenta que muchas veces el pensamiento del varón de la especie se origina en él.

El Perú, cuna milenaria de civilización y, por lo tanto, repositorio también de sus obsesiones primarias, no podía ser ajeno a esta falolatría. La cultura Moche, no más de mil años después de Cristo, produjo generosa cantidad de cerámica erótica de representaciones fálicas más que explícitas, exageradas tanto hacia arriba como hacia abajo. Este legado cultural lo llevamos en nuestro ADN, y se manifiesta de varias maneras. Una de ellas ha sido como válvula de escape al desencanto político nacional.

En los 80, época de desaliento y pesimismo, se materializó como posibilidad de hartazgo viciar el voto.........

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