Una persona inepta es un fastidio. Una persona inepta que, además, es soberbia es peligrosa. Una persona inepta, soberbia y con poder es un desastre garantizado. Eso era la expresidenta Dina Boluarte.

Su permanencia en el poder era insostenible tanto por razones propias, todas negativas, como externas, todas oportunistas. El Congreso, que la mantuvo con respiración asistida durante años, entendió que su fecha de expiración había llegado. Era hora de deshacerse de ella antes de que la señora arrastrara consigo el mantel, los platos y las elecciones donde mentar a Dina será peor que mentar a la madre. La política nacional se luce como un oficio transaccional y utilitario, naturalmente puñalero.

En un inexistente Perú paralelo, uno sensato y cuerdo, en vez de sometido al trasiego político de una derecha irreflexiva y de una izquierda incapaz, esta señora jamás hubiera llegado al poder. Deja tras su paso un país sometido a la delincuencia, además de polarizado y rabioso. Esta furia se canalizará en contra del encargado interino, inmejorable especímen representativo de la degradación partidaria. Tiene en su haber casi todos los boletos que generan repudio, incluido el perfil pornógrafo y de presunto agresor........

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