La muerte ya no se llora, se utiliza
Las muertes de políticos o de personas en contextos políticos hoy se lamentan o se condenan en la medida en que sirven para fortalecer una narrativa. El reciente fallecimiento del periodista Jaime Chincha lo mostró: una institución como la Policía estuvo lista para sembrar sospechas, probablemente como parte de una cortina de humo; mientras que un personaje como López Aliaga parecía darnos una lección al tener palabras nobles hacía una figura con quien no coincidía en ideas —aunque a los pocos días volvía a su tono habitual cuando expresó sobre Gustavo Gorriti: “... hay que cargárselo de una vez al caballero”—.
No se trata de un fenómeno local. El asesinato del activista conservador estadounidense Charlie Kirk es otro ejemplo. Este hecho debería llevarnos a la misma condena que tendríamos con cualquier persona a la que se le silencia por sus ideas —incluso........
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