Somos niños habitando un cuerpo de adulto. Somos niños resolviéndonos, sintiendo, haciendo demandas, reaccionando desde temitas no resueltos, somos niños demandando afecto, somos niños todo el tiempo sintiendo emociones que se han instalado en nuestro sistema nervioso. Somos niños que necesitamos ser escuchados y acompañados desde nuestro yo adulto. Somos el envase adulto del alma de un niño bajo nuestra responsabilidad: NUESTRO NIÑO INTERIOR.

¿Te ha pasado que a veces hay reacciones que luego del incidente que las enciende, sientes que tu accionar fue desproporcionado? ¿Te pasa que luego cuando baja la intensidad emocional te das cuenta de que reaccionaste irracionalmente? ¿Te suena conocida esta sensación de… me hacen? Reaccione así porque me hicieron tal o cual cosa y eso me detonó, me hizo explotar.

A mí, por ejemplo, las ausencias hacen que me sienta abandonado, pero de una manera que no corresponde, es decir, desbordadamente abandonado, desproporcionadamente abandonado respecto a la situación real. A veces una crítica me hace sentir inseguro, y de pronto estoy sintiendo, volviendo a sentir en mi cuerpo y en mi psiquis, resintiendo, las mismas sensaciones que cuando tenía cuatro años de edad. Es decir aparece Carlitos niñito y las manos me sudan, me bloqueo, siento un miedo irracional. Es la memoria emocional de mi infancia que habita en mí y necesita ser atendida.

No se trata de un recuerdo, es más bien mi sistema nervioso, mi cuerpo, mi inconsciente que quedó tatuado por algunas experiencias de amor, abandono, dolor, cuidado, violencia o exigencias a temprana edad. Todo eso que faltó hoy se traduce en miedo, rabia, vacío. Estas no son unas líneas de queja o crítica hacia mis cuidadores iniciales, porque tengo clarísimo que ellos a su vez también estaban siendo niños con responsabilidades de adultos. Hicieron lo que pudieron con lo que resolvieron de su........

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