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El payaso duracell

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22.07.2025

Tengo muy mal vínculo con los payasos. No les tengo fobia, es decir, coulrofobia, sino más bien algo peor: pánico. Yo veo un payaso y automáticamente me comienzan a sudar las manos, me da taquicardia, la ansiedad se apodera de mí. Ustedes dirán: “Eso es una fobia”, y la respuesta es no, porque las fobias tienen que ver con miedos respecto a algo o alguna situación que no representa un peligro. En mi caso, los payasos a lo largo de mi vida han sido peligrosísimos.

Parece ser que esta afición que habito por el silencio me acompaña desde niño. Cuentan las leyendas familiares, y algunas fotos lo certifican, que desde muy chico cada vez que me llevaban a una fiesta infantil todo estaba bien conmigo hasta el preciso instante en que salían los payasos. Automáticamente me tapaba los oídos y me ponía a llorar. ¿Por qué? “Porque no me gusta cómo gritan, mamá”, era mi respuesta. Quedan como evidencia fotos mías en distintos cumpleaños llorando, siendo la más emblemática una donde el payaso Tontolín me tiene en brazos y yo al borde del colapso, esto a la edad de cinco añitos en una fiesta infantil en El Rancho.

Con argumentos acumulados a lo largo de muchas fiestas infantiles, cada vez que me llevaban al circo o algún ágape donde de antemano se supiera de la aparición de los coloridos personajes, mi mamá tomaba la precaución........

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