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03.07.2025

Después de la liberación y la Reforma agraria, la siguiente zancada de aquella Revolución, hace más de 60 años, fue la educación. La masividad de aquel gran salto abrió un espacio de participación mayor y más diverso que ningún otro en el proceso de transformaciones radicales de la sociedad cubana. No solo hacia abajo, sino hacia arriba. En efecto, mientras decenas de miles de jóvenes enseñaban a leer y escribir a cientos de miles de campesinos y trabajadores humildes, en campos y ciudades, la sociedad se iba convirtiendo en una gran escuela (Che Guevara dixit), en la que también había que formar hombres y mujeres dedicados a las ciencias y al pensamiento. Fomentar una vanguardia de científicos e intelectuales como parte de aquella revolución educacional era coherente en términos conceptuales no solo con la masividad, sino con sentar las bases del desarrollo social, conquistar la independencia y la soberanía, avanzar en la igualdad y la justicia social en términos reales. La revolución iba a ser un cambio social y cultural de fondo, no solo de la economía y el régimen político.

El Instituto Especial Raúl Cepero Bonilla fue el primer pre selectivo creado por aquella Revolución, en diciembre de 1962. Tuve la suerte de formar parte de los 58 estudiantes, de todas partes de Cuba, que convergimos en aquel ambicioso proyecto. En los meses finales del curso de 1962, nos habían convocado a una batería de pruebas de capacidad intelectual, diseñada por un equipo de expertos en psicometría provenientes de EE. UU., que colaboraban con el MINED, dirigido entonces por Armando Hart.

El criterio de selección para la convocatoria se había guiado por los resultados de la asignatura Matemáticas entre estudiantes de Secundaria Básica, porque según las curvas de Gauss de los psicometristas, los buenos en esa asignatura tenían un coeficiente intelectual más alto, y también podían ser buenos en otras materias. Sin embargo, la concepción pedagógica de aquel pre era mucho más abarcadora y avanzada de lo que sugiere una tropa de matemáticos o “abelarditos”, como se les decía entonces a los que hoy llaman nerds.

Hace unos días, algunos de los sobrevivientes de aquel proyecto nos juntamos a celebrar los 60 años de nuestra graduación, en 1965. Y me pidieron que dijera unas palabras. Cuando las leí, dije que no eran una crónica ni una historia del pre o de nosotros, sino apenas una evocación. Las he vuelto a ver, y me parecen un destello de aquel momento histórico fundacional. Pero también creo que conocer aquel proyecto vale la pena hoy, porque sigue encerrando lecciones para el presente más actual.

Cuántas cosas tuvieron que ocurrir para que nos encontráramos en aquel colegio........

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