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Entre la política, los deseos y algunas lecciones milenarias

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11.10.2025

“De buenos deseos está empedrado el camino del infierno”, decía María Alba, mi abuela materna, que era muy católica, y que recibió una medalla por cincuenta años enseñando a leer y escribir a escolares de Cabaiguán. A doña María, como le decían sus exalumnos y el resto de los cabaiguanenses, no le gustaba la política, ni los viejos y nuevos comunistas, ni que yo fuera a alfabetizar tan chiquito. Pero le oí decir más de una vez que ningún gobierno había hecho tanto por la educación como este; que no había nada más importante que aprender y saber, para pensar, actuar derecho y progresar.

Acompañándola de oyente a su aula de escuela pública, aprendí a leer antes de tiempo, rodeado de niños pobres de verdad, a los que ella les hablaba de Martí y Maceo, y les narraba batallas de la guerra de independencia como si hubiera estado allí.

En una larga carta de despedida años después, donde le decía que entendía su decisión de irse, escoltando a su hija menor y a sus dos nietos chiquitos, le contaba mi vocación por la química, las letras, la filosofía, mi falta de motivación por la enseñanza, etc.

Medio siglo después, ante un aula repleta de jovencitos chinos, en la Universidad Renmin, Beijing, recordaría yo aquella carta remota y la respuesta de mi abuela, quien seguramente habría sonreído al ver adonde me había llevado la susodicha falta de motivación por la enseñanza.

Aquellos chinos eran las criaturas de una cultura sistematizada por Kung el Maestro (Kung Fu-Tzu) hacía dos milenios y medio, con ideas muy parecidas a las de mi abuela acerca de la importancia de la educación y el saber, de moralizar la política para hacerla creíble, y del significado del ejemplo para lograr ambas cosas.

Venían de carreras como Historia, Relaciones internacionales, Marxismo, pero también Ecología, Administración de negocios, Finanzas, Idiomas, Geografía. La mayoría no se había matriculado nunca en una clase donde tuvieran que hablar y escribir en otro idioma, y algunos se las veían negras para intervenir y exponer. Pero ahí estaban sentados disciplinadamente antes de que llegara el profesor, en medio de un verano peor que el de La Habana en el mes de julio. Se inscribieron en un curso sobre socialismos comparados, en vez de irse de vacaciones a sus provincias o a conversar por WeChat.

De todo lo que aprendí acerca de ese país tan ancho y ajeno, la escala y diversidad de sus problemas, su historia reciente y sus costumbres ancestrales, su modo de verse por dentro y su lugar en el mundo, retengo aquí algunos puntos, relacionados con su visión de la política y el poder, especialmente, los líderes y los políticos, que quiero comentar telegráficamente.

Mis alumnos y todos los que conocí compartían el reconocimiento a Mao como fundador de la nueva China. Según ellos, los errores o excesos del pasado no podían disminuir el gran mérito de haber rescatado a la nación de los colonialismos que la sometieron y la humillaron.

Si China pudo recuperar la condición de protagonista en el sistema mundo que tuvo en otros siglos fue porque la revolución socialista reunió a su pueblo detrás del interés nacional, lo emancipó hacia afuera, y lo sacó de la extrema miseria en que vivía.

Mis estudiantes no idealizaban la realidad del país. Apreciaban los grandes avances de las provincias del........

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