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Con todos y para el bien de Cuba: el espejo de Elpidio y los vampiros

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28.08.2025

Pocos frescos de la sociedad de la isla se comparan con las historietas de Elpidio Valdés y de la película Vampiros en La Habana. Allí se juntan personajes, situaciones y modos de ser cubanos muy diversos; se alinean y se enfrentan caracteres y jerarquías sociales; se narran conflictos radicales, donde confluye gente de todas las edades y colores, nacida en Cuba y en otras tierras, dividida más por sus lealtades que por ninguna otra diferencia; se narra una sociedad cubana en plena fábrica, a través de procesos especialmente convulsos y polarizados, donde se construye y reconstruye lo que suele llamarse la nación cubana.

Aunque a algunos les parezca irrisorio, sería bueno recordar que quienes cumplen en estos meses 60 años —y de ahí para abajo— crecieron leyendo esas historietas, en lugar del Pato Donald, el Ratón Mickey o Superman; así como viendo las películas que, en los veinte años siguientes, las convirtieron en cultura popular de todas las edades.

No en balde un crítico de cine ha afirmado que “el imaginario de mi generación acerca de nuestras primeras guerras de liberación cobró cuerpo en aquellas funciones de matinée donde las carcajadas no cesaban, antes que en esos severos manuales de historia de Cuba”.

Que la historia de las revoluciones de independencia y de los años 30, disponible antes y después de 1959, esté más entretenida en los animados que en la obra de los historiadores cubanos (Guerra, Portuondo, Ibarra, Tabares, Soto, Loyola, etc.) podría no ser tan insólito, sino lo más lógico, ya que ningún volumen de 300 páginas puede competir con una serie de muñequitos.

De hecho, resultaría una comparación levemente abusiva. Si con “manuales” se refiere solo a los libros de texto al uso en la enseñanza secundaria, sería un juicio crítico muy reiterado en los debates sobre la educación y la cultura.

Ahora bien, limitar el alcance de Elpidio a su contenido “patriótico-militar”, o calificar a los vampiros como “etnocentrismo blando”, de ese que intenta ponernos en el ombligo del mundo, no hace justicia a la complejidad de su trama. Tampoco a su condición de vaso comunicante con la historiografía existente sobre aquellas dos revoluciones y sus dramas, sus peripecias y resonancias más allá de la isla, que la han hecho parte viva y activa de la cultura cubana.........

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