Trump y la mano dura hacia Cuba: quiénes pagan el precio más alto
Pocas horas después de tomar posesión, el presidente Donald Trump colocó la primera piedra para proseguir la política de sanciones contra Cuba que practicó durante su primer mandato. Al reintegrar la isla a la lista de países patrocinadores del terrorismo —Biden la había retirado 6 días antes—, dejó establecido con claridad el signo que desea darle a su relación con Cuba.
Ser considerado “país patrocinador del terrorismo” supone consecuencias que empeoran de forma considerable la situación económica del la isla. Pero las cosas no quedan ahí.
Pasados los primeros dos meses de su mandato, todo indica que esta Administración seguirá intensificando su enfoque integral de sanciones contra Cuba.
Lo hará combinando decisiones que dificultan la vida de los cubanos en la isla con otras de política doméstica que pueden afectar además a la comunidad cubana en Estados Unidos, incluso a aquellos que desean fervientemente apretar las clavijas al Gobierno de La Habana.
Los votantes republicanos de origen cubano del sur de la Florida otorgaron su voto esperanzados, a partes iguales, en que Trump bajaría la inflación y los precios en casa, así como también aseguraría el colapso final del Gobierno cubano. Pero no pensaron que la tempestad que ayudaron a crear pudiera llevarse el techo de sus casas.
Las motivaciones de la Administración Trump para abordar el tema cubano no están encaminadas a complacer a sus votantes. Incluso puede ser que los decepcione y desafíe.
Los súbitos recortes del gasto público, la extinción de programas y agencias como la USAID —cuyos fondos beneficiaban a grupos, partidos y medios de comunicación opositores al Gobierno de Cuba— o la parálisis de Radio y Televisión Martí en los últimos días, han dejado claro que los temas cubanos no serán abordados en Washington de una forma tradicional.
Está por concretarse la prohibición de entrada a Estados Unidos a todos los ciudadanos cubanos, sin excepciones humanitarias ni políticas, tal como dijeron fuentes familiarizadas al Miami Herald días atrás. La Administración cerraría a cal y canto las puertas a todos los cubanos y daría un puntapié definitivo a los acuerdos migratorios entre los dos países.
El Miami Herald consideró que “una versión tan extrema sería difícil de defender para los políticos republicanos”.
Cada vez más, los cubanos están siendo tratados como cualquier otra minoría —incluso peor, de confirmarse el famoso travel ban— y temen, entre otras cosas, las consecuencias del drástico enfoque sobre inmigración de este Gobierno.
Trump no mintió. Durante su campaña, el entonces candidato anunció el fin del Programa de Parole Humanitario iniciado a principios de 2023 por Biden y que beneficiaba a ciudadanos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití. Y aun así obtuvo el voto de esas comunidades. Quienes pueden votar no lo hicieron a favor de los recién llegados, sino secundando el propósito del líder republicano de “limpiar” la casa.
Con la cobertura del Parole Humanitario, consiguieron el ingreso a Estados Unidos unos 110 mil cubanos y otros tantos del resto de las nacionalidades incluidas en el programa. En una entrevista con la cadena Fox News, en septiembre de 2024, Trump advirtió a todos: “Prepárense para irse”.
Dijo además que revocaría el uso de la aplicación de teléfono CBP One, empleada por los migrantes para solicitar citas para entrar a Estados Unidos. El propio Trump está llamando ahora a todos a que, bajo la promesa de que más adelante sí podrán ingresar legalmente al país, se autodeporten, utilizando la misma aplicación.
Aquellos que pudieron quedarse con “libertad bajo palabra” a través del formulario I-220A, entregado a los detenidos tras haber cruzado ilegalmente la frontera, también serían deportables.
En los últimos días, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) ha intensificado las detenciones de cubanos con formulario I-220A en Florida. Al menos tres cubanas que se presentaron a citas rutinarias de supervisión fueron retenidas y hasta ahora no se conoce cuál será su destino final.
Todos estos grupos de cubanos, cuya condición migratoria no es sólida y que rondan el medio millón de personas, sienten algún grado de preocupación por que lleguen a hacerse realidad las deportaciones masivas, para las cuales hasta ahora, por cierto, no ha habido ningún diálogo con La Habana.
La mayoría de los potenciales afectados se mantiene en silencio, pero crece la cantidad de ciudadanos y pequeñas organizaciones que alzan la voz en redes sociales y en algunos espacios públicos para exigir que solo sean deportados quienes tengan antecedentes criminales.
Paradójicamente, cuando más poder ha alcanzado la comunidad a través de sus representantes en Washington, más inseguridades se ciernen sobre ella.
Ni el secretario de Estado Marco Rubio, ni los tres congresistas también de origen cubano, María Elvira Salazar, Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez, han mostrado una oposición firme frente a este trato a personas que han huido de Cuba y que han sido recibidos en los últimos años por sus familias asentadas en Estados Unidos.
El excongresista y abogado, Joe García, considera que “el compromiso que se suponía que los líderes cubanoamericanos electos habían prometido es falso. Lo que hemos visto es silencio por parte de ese liderazgo o, en todo caso, cautelosa y suplicante crítica”.
“Yo imagino que todos los líderes cubanoamericanos están recalibrando qué van a hacer, porque han quedado movidos. No les quito que tienen mucho poder, pero la pregunta es qué van a hacer con él. Pedir más tortura para Cuba no es una buena estrategia. No lleva a ningún destino”, opina García.
“Hasta ahora han tenido una reacción vergonzosa, pues han seguido apoyando al presidente a pesar de que este ha tomado medidas contra posiciones que ellos defendieron a capa y espada en todo momento”, comenta por su parte el ex diplomático cubano y analista político Carlos Alzugaray, para quien los líderes cubanoamericanos “han renunciado a posiciones que defendieron en el pasado, para abrazar sin ningún recato el canon MAGA o trumpista”.
Para Ric Herrero, director ejecutivo del Cuba Study Group, “los congresistas cubanoamericanos del sur de la Florida se encuentran entre la espada y la pared. Por un lado, el clamor público por las medidas de Trump contra los I-220A, los beneficiarios del parole de Biden y los programas de promoción de la democracia está causando bastante malestar en sus oficinas. Por otro lado, los congresistas buscan aparentar que están ‘trabajando con’ e influyendo en la Casa Blanca sin oponerse públicamente a Trump, quien sigue siendo más popular entre la........
© OnCuba
