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Carrera nuclear, segunda temporada

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Reiniciar las pruebas nucleares acaba de ordenar el presidente Trump, que antes invalidó el Tratado sobre Armas Nucleares de alcance intermedio, suscrito en 1988 con la ex Unión Soviética y que supuso la eliminación, de un plumazo, de 2692 misiles.

Como justificación, Estados Unidos alegó violaciones por parte de Rusia.

Las nuevas pruebas no proveerán más seguridad, sino que acarrearán nuevos riesgos y tensiones y enormes dilapidaciones de dinero. Cada ensayo puede costar hasta 20 millones de dólares, sin contar la bomba. ¿Para qué?

Volver a las pruebas de armas nucleares es sumar error al error. Cuando en 1996 se paralizaron las pruebas, como parte de la Guerra Fría se habían realizado más de 2000, la mayor parte de ellas innecesarias y sin provecho alguno porque, más que pruebas, eran demostraciones de fuerza.

Durante 80 años, después de la desdichada lección de Hiroshima y Nagasaki, las temidas armas nucleares han sido elementos disuasivos porque su uso carece de sentido. En ningún caso el presunto atacante podrá liquidar todo el poder nuclear del atacado.

Hacer estallar cada tanto una bomba o exhibir un nuevo misil o torpedo nuclear y emplazar ojivas atómicas en países donde no existen, es ostentar el poder de destrucción que se posee y que nunca será utilizado porque de vuelta recibirá una respuesta equivalente. Destrucción mutua asegurada le llaman. En términos coloquiales, le dicen suicidio.

Actualmente, todos los países nucleares cuentan con la llamada capacidad de segundo........

© OnCuba