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Mildre Hernández: “…si me dejaran una mano fuera de la sepultura, escribiría”

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18.01.2025

En Santa Clara, ciudad al centro de la isla, vive y trabaja Mildre Hernández, una escritora de referencia dentro de la literatura cubana dedicada a niños y jóvenes. Y más allá. Más allá de las etiquetas y más allá de nuestras estrechas costas.

Por su cuenta, lleva 56 obras escritas, la mayoría publicadas. Si tomamos como fecha del inicio de su carrera el año 2000, cuando salió de la imprenta el poemario Vuela una sombra, su ritmo de escritura es de 2.24 títulos por año. Cifra y cadencia notables. Pero esto no pasaría de ser una simple curiosidad estadística, si su obra no acusara una alta y sostenida calidad artística.

¿Quién eres, Mildre?

Soy una mujer que escribe porque necesita creer en la bondad de las palabras, y lo único verdadero que ha sabido elegir ha sido la literatura.

Tu lugar y fecha de nacimiento.

Nací en Sancti Spíritus, el 18 de agosto de 1972, ¡a las 3 de la tarde!

¿Cuántos libros has publicado hasta el presente?

Treinta y cuatro.

¿Premios?

Más de una decena; entre ellos, el Casa de las Américas 2015 por El niño congelado, y dos premios de la Crítica Literaria: El niño congelado (Ediciones Casa de las Américas, 2016) y Mi abuela es un primor (Ediciones Matanzas, 2017). Premio Puertas de Espejo a Es raro ser niña (Editorial Gente nueva, 2011); libro más leído en la red de bibliotecas nacionales, 2016. Premio del Lector 2021, que entrega el Instituto Cubano del Libro, con la novela Hospital para gatos locos (Editorial Oriente, 2018). Me premiaron, además, con el Regino Boti, Hermanos Loynaz, Abril (en tres ocasiones), La Rosa Blanca, La Edad de Oro… y mención de Honor en el certamen Una Palabra, que otorga la Universidad Nacional de Costa Rica, en 2016. Parte de mi obra se ha publicado en Colombia, España y Canadá.

Háblanos de tu infancia. ¿Fue difícil para ti ser niña?

Viví en un pueblo de campo, rodeada de familia. Me atraían las tertulias con historias de aparecidos, muertos, fantasmas… conversaciones que, por lo menos en mi infancia, eran muy comunes en ese universo bucólico. Me encantaba jugar con mis primos. Y sí, fue difícil ser niña, pues uno de los preceptos familiares era que no debíamos jugar con varones. Siempre vi poco atractiva a las muñecas: una preocupación para mi madre, que me veía, mayormente, halando un camión sin ruedas de uno de mis primos. Preferí el juego a la lectura. En aquel pueblecito no había bibliotecas ni librerías, solo libros escolares, y la escuela no fue razón de entusiasmo para mí. Me pasaba casi todas las clases mirando por la ventana, “imaginando cosas que no existían”, como le repetí luego a una psicóloga cuando mi madre me llevó a consulta.

Después, estos encuentros se hicieron recurrentes: por mi rebeldía, por no quedarme callada cuando me regañaban, por hacer preguntas “raras” para mi edad, por preferir los juegos de los niños…

Mi padre no ayudó mucho a “encarrilarme”, pues me llevaba a pescar, me enseñó a manejar su tractor y me trataba como a un varón. ¡Sí, tuve una familia muy contradictoria! De ese tiempo, hoy me ha quedado todo por lo que me llevaban a las consultas, pero también el regalo de contar historias.

¿Cuál es tu formación académica? ¿Además de escritora, has ejercido otros oficios?

Estudié Contabilidad en un politécnico. En esa fecha ya empezaba a escribir por detrás de las libretas algo que creí era poesía. No me gustaba la contabilidad ni la familia ni los amigos, solo encerrarme en el cuarto a escribir cualquier cosa: frases, diarios, ¡hasta novelas!

Empecé a leer algunos libros que podía comprar cuando lograba reunir dos o tres pesos: La expedición de la Kon-Tiki, (Thor Heyerdahl), algo de Julio Verne y Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll), hasta que me acerqué a la Casa de Cultura de mi pueblo (Jatibonico, en ese entonces) a llevar mis primeros poemas para adultos. Ahí conocí al poeta Juan Manuel López, que me puso en la mano a T. S. Eliot, Ezra Pound y William Carlos Williams… y quedé fascinada. Pero había que trabajar. Y lo hice de contadora en una empresa cañera, auxiliar de limpieza en un policlínico, cuidadora en una escuela primaria y operadora de estera en el central de mi pueblo.

De todos los lugares me iba o me sacaban. Luego vine........

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