Forqué y el gusto cinéfilo
“Zafari” de Mariana Rondón (Venezuela)
Cada año me toca ejercer como jurado de las películas latinoamericanas finalistas en el premio de cine José María Forqué, que organiza EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales), una suerte de antesala a los premios Goya de España y a los Platino, que se han convertido en los galardones más importantes de la cinematografía de América Latina y la península ibérica.
Esta no es la primera vez que el privilegio de ver en mi casa 28 largometrajes latinoamericanos de casi todos los países de la región (dos de Bolivia), me permite reflexionar de manera crítica sobre los mecanismos de preselección y los gustos de los jurados.
Para quienes no lo saben todavía, esto funciona de la siguiente manera: especialistas en cine de España y de América Latina son invitados a participar como jurados en las diferentes categorías del Premio Forqué, desde sus respectivos países. Esos jurados (creo que entre 20 y 30 en cada categoría), votan por las cuatro o cinco películas que consideran mejores en su respectiva categoría para realizar el proceso de selección de las obras finalistas. En la siguiente etapa, las películas preseleccionadas en cada categoría pasan a manos de otro grupo de jurados que vota según sus preferencias.
La ventaja de poder ver todas las películas preseleccionadas en todas las categorías (nada menos que 235 largometrajes, 70 cortometrajes y 40 series en 2025), me ha permitido situar mis argumentos en favor de una o de otra en la categoría que me corresponde. Lo que suelo hacer es ver todas las películas latinoamericanas y hacer una lista de mis cuatro o cinco preferidas, antes de contrastarla con las obras finalistas.
Ya me ha pasado antes: difiero con algunas películas seleccionadas como finalistas, porque considero que hay otras mejores, tal como desarrollaré en este artículo. Pero antes, quiero especular sobre el proceso de preselección de las obras.
Entiendo la intención democrática de elegir a un número importante de jurados de diferentes países, que incluye cineastas, técnicos, críticos de cine, actores, etc. Aunque la selección de jurados pueda ser en alguna medida arbitraria, se compensa con el número (más de 20 en cada categoría), lo cual parece ser una garantía de ecuanimidad. El problema es que los jurados no tienen ningún contacto entre sí, simplemente ven las películas y votan. No hay una instancia de discusión, y lo que es peor, no podemos saber si todos los jurados han visto todas las películas de su categoría, o solamente algunas sobre las que ya tenían referencias (y preferencias).
Tampoco tenemos acceso al mecanismo de verificación de votos: no sabemos a ciencia cierta cuántos votos recibió cada película, cómo se realiza el cómputo ni quién asume la responsabilidad de esa tabulación.
¿Son realmente las mejores las cuatro películas seleccionadas como finalistas? Por supuesto que allí interviene el factor de los gustos personales, lo cual es legítimo, pero también las vinculaciones de los jurados con algunas de las obras que han decidido apoyar y la “fama” (merecida o no) de películas que........





















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