De descanso, agua y vida
Hola personas, ¿qué tal va la vida?, me alegro, la mía no está mal. Esta semana volvemos al paseo tradicional a golpe de calcetín. Veamos.
Resulta que el miércoles me dieron la mala noticia de la muerte de un amigo y el jueves teníamos la última cita con él, para despedirlo, en el Cementerio de San José, vulgo Berichitos. Allí que me fui, la cita era pronto, a las 9 de la mañana, así que, cuando acabo la triste despedida, me encontré con una rica mañana por delante y en una zona que ofrece muchas posibilidades para darse un buen garbeo.
Primero entré en el cementerio propiamente dicho porque es un lugar que me encanta recorrer, estar entre los que ya no están tiene una paz especial. No es el sitio ideal para dar un paseo ligero, porque el ritmo que allí se gasta es lento, está en consonancia con el tiempo que tienen los que allí descansan, el tiempo de la eternidad, el tiempo que no apremia, y, con esa cadencia, empecé mi andadura, parándome, leyendo, viendo quién está enterrado aquí y allá, apellidos conocidos, personas conocidas, parentescos que desconocía entre gentes que conocía por separado, algún pariente lejano del que ni me acordaba, arte funerario más o menos suntuario y epitafios de despedida más o menos sentidos. Uno me llamó poderosamente la atención, decía así.
Al ver de su seno desprendida
una rama de amor, oh, fatal suerte,
perdí yo la esposa más querida,
pues por dar a un ser inocente vida,
ese ser inocente le dio muerte.
Continué mi paseo con el corazón un poco encogido por el dolor de ese pobre viudo. Tras una visita rápida al “chalet”........
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