El peso de las palabras
La experiencia de la lectura, el estudio, la reflexión… enseña el peso de las palabras. Las palabras no están hechas de aire, no son simples sonidos –flatus vocis–, sino que tienen consistencia propia: mueven la vida de las personas, dejan signos, encienden entusiasmos y recuerdos, abren corazones, arman manos, forman frases, liberan, encadenan, disgustan, empujan a odiar o amar, abren o cierran mundos. Pero cuando las palabras toman la forma de insulto o desprecio siempre tienden a parecerse a balas o palos.
Lo saben bien los niños que han sufrido ofensas y humillaciones por parte de sus padres o profesores y que llevan sobre sí el ardor indeleble de esas palabras. Pero incluso en la vida política las palabras pueden convertirse en balas o palos. Sucede cuando, impulsados por la furia ciega de la ideología, toman el camino del insulto y el desprecio. Si la ley de la palabra obliga a la humanidad a renunciar a la violencia –la democracia es un sistema político que se atreve a elegir como fundamento la ley de la palabra aunque sea un........
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