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Alicante, la última trinchera

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04.05.2025

El president Carlos Mazón y el presidente de la Cámara de Comercio de Alicante, Carlos Baño / L-EMV

El presidente de la Cámara de Comercio de Alicante, Carlos Baño, es un personaje atrabiliario cuyos incidentes con cargos públicos, empresarios, políticos de cualquier condición, periodistas y empleados, se cuentan por decenas.

Baño, que gestiona una franquicia de utensilios de cocina, razón por la cual gusta de llamarse a sí mismo como “el cacharrero”, llegó a la presidencia de la Cámara tras una “campaña” en la que profirió todo tipo de descalificaciones contra su oponente y en la que se comprometió a tres cosas: buen gobierno, transparencia y control del gasto, algo que según él había faltado en la gestión de sus antecesores hasta convertir la entidad en una suerte de cueva de Alí Babá.

Pero el mismo día en que tomó posesión, dio el cambiazo al resto de miembros del comité ejecutivo nombrando vicepresidente, no al que se había pactado, sino a su primo hermano, por aquello de que ambos se llaman igual. Luego, contrató a su mujer, la exconsellera Gemma Amor. Y después anunció la construcción de una nueva sede para la Cámara de Alicante, en primera línea de mar, pese a que se había pasado meses asegurando que eso era un despilfarro. ¿No quieres caldo? Dos tazas.

Esa nueva sede ocupa un espacio concesión de una empresa a la que hay que pagarle un alquiler. Y pese a eso, Baño se metió en una reforma en la que está previsto invertir tres millones de euros. Para que acaben de llevarse las manos a la cabeza quienes no lo sepan, la anterior sede de la Cámara costó en 2009 más de 22 millones de euros, que en su mayor parte sufragó el erario público mediante transferencias y permutas a beneficio de inventario. Sólo cuatro años después se alquiló al Ayuntamiento de Alicante, que viene pagando desde entonces, también con dinero público, más de 600.000 euros al año por ocupar ese edificio. Ahora, Baño quiere otra sede. Y mientras la termina, la........

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