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La solemnidad cómica

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09.09.2025

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De forma insólita y creativa, el dramaturgo Flavio González Mello decidió que su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua fuese un monólogo cómico donde un payaso pronuncia un discurso al ser nombrado doctor honoris causa por la Universidad. El propio Flavio se colocó una nariz roja de payaso y sacó una serie de objetos, como una pistola y un cráneo, para representar él mismo la comedia que escribió y que se titula El payaso erudito. Flavio me pidió que yo diera el discurso de respuesta que debe pronunciar algún miembro de la AML como forma de bienvenida. Ello ocurrió el 19 de junio de 2025 en la sede de la Academia. Seguramente la comedia de Flavio se representará en algún teatro. Mi respuesta es la que transcribo a continuación.

Quiero iniciar comentando que estamos dándole la bienvenida a nuestra Academia a dos personajes. En primer lugar, al extraordinario dramaturgo que es Flavio González Mello, autor de muy notables obras de teatro. En segundo lugar, ha llegado Poquelín, el payaso erudito que ha dado una conferencia magistral sobre el arte de la comedia. Flavio González Mello está entrando a la Academia como miembro de número no solo por el mérito de haber escrito obras de gran calado como 1822, el año que fuimos imperioLascuráin o la brevedad del poderEdip en Colofón e IA inteligencia actoral, para citar solo algunas. Es además un excelente guionista y un muy buen director de televisión, cine y teatro. Flavio está destinado sin remedio a la silla XXXII, pues ha quedado atrapado en una solemne obra de tipo trágico cuyo final (que en este caso es feliz) ya está escrito. Si se tratase de una comedia tendría la posibilidad de escapar gracias a una garrafal metida de pata, como él lo ha dicho. Pero ha podido aliviar su destino solemne con una obra cómica, un monólogo, como la que representó el otro personaje que ha llegado, el payaso Poquelín, que es la reencarnación de un gran escritor de comedias francés del siglo XVII, Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière.

A nadie se le escapa la situación paradójica en la que nos encontramos, donde en medio de la más solemne ceremonia de ingreso a nuestra Academia, aparece la figura de un payaso que se ríe del doctorado honoris causa que le ha otorgado la Universidad. Esta situación insólita nos lleva a reflexionar sobre la condición de los académicos, los universitarios y los profesores que vivimos en un medio en el que la solemnidad extiende su manto y donde nos encontramos con numerosas ceremonias realizadas con gran pompa y gravedad para celebrar toda clase de honores, promociones, titulaciones y nombramientos con que los académicos suelen marcar el paso por las pautas tradicionales de deberes, compromisos, conmemoraciones y obligaciones. Podemos comprender que la rigidez y seriedad de las ceremonias académicas está impuesta por la ejecución de rituales que incluyen el señalamiento de formas de hablar y de vestir. Como soy antropólogo, no se me escapa que se trata de ritos guiados por reglas para rendir culto a valores que se juzgan superiores. Los antropólogos no solamente consideramos como rituales las prácticas propias del culto religioso,........

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