Nélida Piñón sin color de ojos
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Estábamos en una reunión internacional de escritores y, en el curso de una comida en torno a una mesa redonda, el que se encontraba a mi izquierda se libraba a uno de esos ejercicios de autobombo tan abundantes en el gremio, con independencia de los rasgos de identidad tribales o grupusculares (en esto todas las literaturas nacionales suelen producir especímenes idénticos), agravado en este caso por unos modales de patán, lo que de alguna forma misteriosa suele ir unido. Aparté la mirada un escape a medias, pues no podía dejar de oírle, y entonces sorprendí al otro lado de la mesa una mirada en la que apenas se podía ver el iris, la pupila o tan siquiera el ojo. Una mirada de una línea que sin embargo hacía comprender blanco sobre negro el refrán árabe según el cual “quien no entiende una mirada no entenderá un discurso”. Pero lo de verdad extraordinario no es que esa........
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