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El ancla oculta

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Donna Tartt, Un juego de niños, Barcelona, Areté, 2004, 688 pp.

 
     Con tan sólo dos novelas que suman en total unas mil quinientas páginas hermosas y seductoras, sin desperdicio, Donna Tartt (1963) se ha vuelto un punto de referencia en el vasto mapa de la nueva narrativa estadounidense. Su biografía revela una insólita precocidad literaria: nacida en Greenwood pero criada en Grenada, en el extremo oriental del delta del río Misisipi, escribió su primer poema a los cinco años y publicó su primer soneto a los trece; a los dieciocho ingresó en la Universidad de Mississippi en la Oxford, donde bajo la tutela de Barry Hannah y Willie Morris —autores residentes— desarrolló un talento que, al cabo de un año, la haría mudarse a Vermont para inscribirse en el Bennington College, una escuela de “artes liberales” en la que trabó amistad con Bret Easton Ellis y donde acabó por dominar el francés, el griego y el latín. Fue justo el creador de American Psycho quien, luego de leer las páginas iniciales de El secreto, el debut de Tartt dedicado al propio Ellis, llamó la atención de Amanda Urban, una agente que le consiguió un contrato espectacular con Knopf: cuatrocientos cincuenta mil dólares, primera edición de setenta y cinco mil ejemplares. El resto ya es historia: El secreto (1992), un eficaz thriller de iniciación escrito a lo largo de ocho años y ambientado en una universidad de Vermont —Hampden College, obvio trasunto del Bennington College—, se mantuvo trece semanas en la lista de bestsellers del Publishers Weekly y será llevado a la pantalla por Alan Pakula. Lectora voraz y admiradora de Santo Tomás de Aquino —un epígrafe suyo abre Un juego de niños, la segunda novela aparecida diez años después de El secreto— y de Dante, Eliot, Platón, Poe, Proust y Salinger, entre otros, Tartt se convirtió en un verdadero fenómeno, una de esas........

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