Lhasa: trovadora que recorre un camino solitario
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Si tuviera la oportunidad de entrevistar a Lhasa de Sela, antes de hacer cualquier pregunta le pediría que me dejara tomarle la mano. Hay discos que escucho y me hacen querer encender un cigarro, abrir un grifo o caminar debajo de un puente. El álbum más reciente de Lhasa, The living road, me lleva por otros caminos.
¿Qué le preguntaría durante la entrevista? Podría preguntarle sobre su infancia, sus influencias musicales, su primer amor, política, deportes, etcétera, pero ya muchos le habrán preguntado cosas igualmente inútiles.
Me preocuparía por no atosigarla. Mientras estoy junto a ella, su mano en la mía, mi grabadora dispuesta a recolectar cada palabra, esculcaría nerviosamente en busca de esa pregunta exclusiva.
Lhasa nació en 1972, en un lugar remoto del estado de Nueva York, muy cerca de Woodstock, ese paradigmático espacio donde una generación llegó a su apoteosis bajo una gran sombrilla de drogas y música.
Ella es fruto de una de esas parejas nómadas que se persignaba frente a la mota y el amor, soñando con ideales utópicos y un futuro matizado por los múltiples colores de la mescalina. Su papá, mexicano; su........
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