El tiempo chino de Antonio Deltoro
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La poesía de Antonio Deltoro es una forma de resistencia. Cada vez más sus poemas se alejan de la época que nos ha tocado vivir, de esta época que propende al ruido, que celebra la rapidez y tiene en la ocupación del tiempo a uno de sus mayores ídolos. Cada página de sus libros parece una toma de distancia, la búsqueda de un paréntesis habitable que suspenda los valores imperantes y nos reconcilie con las cosas sencillas, con la vida perdida de todos los días. Por supuesto la resistencia de Deltoro es una resistencia íntima y casi silenciosa. Dado el tipo de contravalores que lo impulsan a escribir, no podría ser de otro modo. En tiempos de exceso de información e hiperconectividad, él sigue interesado en iluminar el vacío; en tiempos de aceleración y vértigo, él no deja de escribir sobre la lentitud, esa otra cara del vértigo; en tiempos de estruendo y de tumulto, él sigue empeñado en cavar un hueco de silencio. Sus libros despliegan una moral poética, una moral de la quietud.
Quizás uno de los rasgos que más me cautivan de los poemas de Antonio Deltoro (ciudad de México, 1947) es que en ellos entramos a un tiempo diferente, a un tiempo que podríamos llamar “chino”. Hay veces en que de hecho, al mirar su silueta, sobre todo cuando se viste con alguna de sus camisas de cuello Mao y deja que su barba crezca un poco más sobre el mentón, se me figura como un sabio chino. Su interés por los umbrales y las sombras, su amor por los gatos, pero sobre todo su defensa de un tiempo que no está regido por la tiranía del reloj, son rasgos que le dan un aire oriental a su poesía; un aire sólo muy rara vez japonés y casi siempre marcadamente chino, donde el resplandor del instante es menos decisivo que la llama que no se apaga de la costumbre. Ralentización, insistencia en la exploración de lo estático, metafísica de la pausa… A veces me pregunto si la inveterada afición de los chinos por........
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