La novela histórica y sus fantasmas
Nombre de usuario o dirección de correo
Contraseña
Recuérdame
La proliferación de la novela histórica sin duda tiene algún significado (necesariamente plural), aunque quizás no pueda explicarse por parámetros de calidad. Recuerdo una carta de Marguerite Yourcenar en la que expresaba su asombro cuando a raíz del éxito de su biografía del emperador Adriano las editoriales le pedían más textos biográficos. La escritora no lo entendía, porque ella no había escrito su libro como una ocurrencia (“esto puede funcionar”, “en esta anécdota puede haber una buena novela histórica”) sino por pura necesidad de poner en pie a un personaje que la había tocado y cuya vida le parecía especialmente compleja y rica. A pesar de que le dio la fama, Yourcenar fue fiel a la necesidad que le había llevado a escribir ese libro y continuó escribiendo lo que ella necesitaba, conformando el rostro de una verdadera escritora. Sus lectores debemos agradecérselo, entre otras cosas porque actitudes así nos ayudan a ser más exigentes, profundos y coherentes, en definitiva: a leer mejor. He oído en estos días a un novelista que ha sido premiado por una obra de este género explicarla diciendo que se encontró con un episodio curioso y pensó que resultaría una buena “novela histórica”. Los editores, encantados. No importa que como disciplina histórica sea mejor o peor, tampoco importa mucho que lo sea como novela, sino que sea un producto híbrido que mantenga en suspenso al lector (y lo acabará suspendiendo). Ciertamente, se puede ser un gran profesional de la biografía, como lo fue André Maurois o Robert Graves, siendo éste último además excelente poeta y estudioso. También hay profesionales de la novela, como los hay de la poesía (Jorge Guillén, Neruda, Juan Ramón........
© Letras Libres
