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Las lenguas en el universo tecnológico y la situación del español

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¿Qué ocurre cuando se encuentran la lengua y la tecnología? ¿Qué nuevos papeles adquieren una y otra? ¿Cómo se usan las lenguas en el medio tecnológico y para qué? ¿En qué aspectos influyen? ¿Cuáles están más presentes y cómo? ¿Qué posición ocupan las lenguas que nos son más próximas en este contexto? La respuesta es cada vez más complicada, desde que empezamos a ocuparnos de estas cosas, allá por el lejano 1997. Sabemos (o creemos saber) qué son las lenguas, pero qué comprende el universo tecnológico está cada vez menos claro, en este continuum en el que aparecen ordenadores, teléfonos móviles, televisores y consolas por los que circulan juegos, videos, imágenes, voces y textos, públicos, semipúblicos y privados, gratis y a la venta.

Sería tal vez más adecuado plantearnos la cuestión como “la presencia de las lenguas en el medio digital”. Al fin y al cabo, hoy en día todos los artefactos que acabamos de mencionar son digitales, y las cosas que circulan por ellos están también digitalizadas; todo está reducido a bitios: desde el millar que ocupa un sms a los catorce millones de veces más de una película en internet.

Para acercarnos a tema tan ingente tendremos que recurrir al procedimiento de “aproximaciones sucesivas”.

Comencemos por lo que paradójicamente quizás conozcamos mejor: la web. Mejor dicho, lo que hoy llamaríamos Web 1.0, compuesta en su mayoría por páginas estáticas y en la que durante años ha predominado el texto.

Hasta aproximadamente 2007 se podía tener una idea de cómo estaban la páginas web accesibles a los buscadores (la llamada “web oculta” quedaba de todas formas al margen de ellos). Utilizando los motores de búsqueda comerciales –primero Altavista y luego Yahoo y Google– se podía estimar la cantidad de páginas relativa de cada lengua. Esto se hacía siguiendo una metodología que creó Funredes, mediante la detección de palabras que solo existen en una determinada lengua (este sistema dejaba de lado el chino y el japonés, que no utilizan el alfabeto latino). Así, en 1998, el inglés era el 75% de la red en caracteres latinos, y desde entonces su proporción no dejó de bajar, básicamente porque se iban incorporando a internet hablantes de otras lenguas. Hacia el 2007, el inglés había bajado a un 45% y el francés (4,41%) seguía superando al español (3,80%)… y esto es lo máximo que se pudo saber. Los buscadores (básicamente Google) dejaron de proporcionar registros de cualquier rincón de la web, para centrarse en resultados del ámbito local del usuario, de su lengua, y relacionados con su historial de búsquedas… En otras palabras: ya no se podían utilizar para saber qué pasaba “en la web”.

Hay que señalar que sobre este tema con frecuencia se manejan estadísticas impresionistas, realizadas sin una metodología clara, pero que aportan cifras halagüeñas para las políticas triunfalistas sobre nuestra lengua. Un informe del 2009 atribuye al español en internet la tercera posición mundial por número de páginas (675 millones)… Hay que insistir: hoy por hoy no parece haber modo de averiguarlo.

La falta de estos datos actualizados impide un interesante ejercicio que practicó Funredes: relacionar el número de páginas web por idioma con el número de hablantes. Esto nos da una medida del vigor de los hablantes de cada lengua en la creación de páginas: en 2007 el inglés tenía una presencia ponderada de 4,4, el francés de 2,24 y el español de 0,63. En otras palabras, los anglohablantes producían siete veces, y los franceses tres veces y media más páginas que los hispanohablantes.

Otra interesante comparación es la productividad de los espacios web: ¿qué países dentro de la hispanofonía producen más páginas? En la última medición realizada, España figuraba en cabeza, a gran distancia de los demás, seguida por Cuba y Nicaragua. Aparte de la acción de las instituciones (de la que pronto veremos algo), parece que los españoles siguen creando páginas web: en el último Estudio General de Medios, el 16,3% de los entrevistados declara tener una página personal.

Hay otros datos objetivos que pueden manejarse. Uno sería estimar qué parte de la población hablante de una lengua usa internet (para cualquier fin). Internet World Stats, por ejemplo, da al conjunto de los hispanohablantes el tercer puesto en número de usuarios de internet (153,3 millones de usuarios), tras el chino (444,9 millones) y el inglés (536,6).

Llegados aquí, quizás sea el momento de dar un paso más: hay muchos usuarios, sí, pero ¿qué hacen? España tiene, por ejemplo, una implantación grande de banda ancha, pero somos el país que, en proporción a sus habitantes, más uso hace de los servidores de The Pirate Bay para buscar archivos, normalmente, no autorizados. Acceso aquí no equivale a acción cultural, sino a consumo. Y esto es solo un ejemplo…

Otro criterio es el número de servidores (ordenadores que suministran las páginas) por lengua. Un informe reciente señala que en la actualidad existen 339 millones de servidores en los dominios nacionales en los países en donde se habla español, aunque hay que recordar que no todas las páginas web están en dominios como .es o .mx, sino que muchos pueden estar en .com. Además, no todos los dominios registrados en un país albergan solo contenido lingüístico propio; por ejemplo, las universidades españolas suelen tener una parte nada desdeñable de sus contenidos web en inglés.

Y hablando de universidades, este es un colectivo al que se ha aplicado una interesante medida de la efectividad de su presencia en la web. Desde hace años el Laboratorio de Cibermetría del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, csic, analiza las webs de las universidades de todo el mundo. Se estudian la visibilidad (el número total de enlaces externos que apuntan a su sitio), el número de ficheros ricos (Adobe Acrobat o .pdf, Adobe PostScript o .ps, Word o .doc y Powerpoint o .ppt), y la presencia en Google Académico de artículos y citas.

Estados Unidos, en el primer puesto, tiene 106 universidades entre las primeras 200, 186 entre las primeras 500, y 360 entre las primeras mil. Alemania (en el segundo puesto) presenta, respectivamente, 17, 50 y 67; y estos son los datos para los primeros países hispanohablantes: España: 2, 27 y 43; México: 1, 2 y 5; Chile: 1, 1 y 3 y Argentina: 0, 1 y 3.

Este tipo de estudios tienen el interés de ser cualitativos: más que contar páginas, se consideran factores como la popularidad de sus webs y la riqueza de sus contenidos.

Para cerrar el panorama de la Web 1.0, hay que tener en cuenta una revolución que empezó lentamente, desde los mismos albores de internet: la digitalización del mundo de la cultura, comenzando por el de la comunicación escrita. Todo ello está migrando también hacia lo digital, aunque con distintos ritmos.

Desde las bibliotecas,........

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