menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Lugares no comunes

6 0
08.09.2025

Nombre de usuario o dirección de correo

Contraseña

Recuérdame

La literatura tiene que ver con las ciudades, con las familias, con aquello que se llama historia privada. Una de las ciudades más literarias del mundo es París. Londres también es una ciudad llena de literatura, desde Shakespeare, Milton, Dickens hasta el grupo de Bloomsbury y hasta hoy mismo. Sevilla tampoco lo hace mal. Y existe una mitología literaria de Buenos Aires, con Borges, con Leopoldo Marechal y Ernesto Marechal, con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, con muchos otros. Además de los grandes espacios urbanos, existen los espacios cerrados, restringidos. El hotel de escritores más conocido y exclusivo de Francia y probablemente del mundo entero es el Pont Royal, situado a pocos metros del Bulevar de Saint-Germain y a media cuadra de la Editorial Gallimard, en París. El bar del hotel Pont Royal es toda una leyenda: ahí tomaron sus dry martinis gente como Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Jean Genet, Simone de Beauvoir. Me he alojado por primera vez en ese hotel, invitado por una misteriosa institución que se llama Unión Latina, hace algunas semanas. He llamado por teléfono a un amigo francés, poeta a sus horas, y me ha dicho más o menos lo siguiente: ¡Hombre! Estás en el hotel de los escritores que han arribado. Le contesto que sí, pero que no he conseguido que coloquen todavía mi fotografía en el vestíbulo, al lado de un muy joven Sartre en mangas de camisa, de Raymond Queneau en traje oscuro cruzado y corbata de mariposa, de Jean Paulhan. Eso ya vendrá, me contesta el otro, y me quedo con una sensación de optimismo, de gracia.
     En el vestíbulo me espera Javier Tomeo, un aragonés áspero, parecido en el espíritu y hasta en la facha a Luis Buñuel. Áspero, dije, pero debería agregar: y a la vez enormemente afectuoso con sus amigos, ingenioso, lleno de un sentido del humor sorprendente. En una obra suya, un personaje le dice a una mujer joven y bella que le gustan mucho las bizcas, esto es, las turnias. Ella, entonces, amable, encantadora, se desatornilla el ojo derecho y se lo regala. Era una mujer generosa, como podrá observar el lector aplicado. Tomeo me dice casi lo mismo que le he dicho a mi amigo el poeta, pero en forma mucho más intencionada: deberían colocar nuestras fotografías entre las de todos éstos. No somos menos que ellos, agrega, y nos reímos de buena. Se me acerca entonces una mujer joven, de cara alargada y un poco extraña, interesante. Me hace preguntas sobre mi novela........

© Letras Libres