Las letras en Rusia bajo Stalin
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La escena literaria soviética es peculiar, y pocas analogías con Occidente son útiles para entenderla. Debido a una variedad de causas Rusia ha llevado, en tiempos históricos, una vida hasta cierto punto aislada del resto del mundo, y nunca ha formado una parte genuina de la tradición occidental; en efecto, su literatura siempre ha arrojado la evidencia de una actitud peculiarmente ambivalente sobre la relación inestable entre ella y Occidente, tomando la forma ora del deseo violento e insatisfecho de ingresar y formar parte de la vida europea común, ora de un desprecio resentido ("escita") por los valores occidentales, de ninguna manera confinado a los eslavófilos declarados, sino más frecuentemente como la combinación no resuelta de estas corrientes de sentimiento mutuamente opuestas.
La Revolución de Octubre aisló a Rusia incluso más, y su desarrollo se volvió forzosamente más introvertido e inconmensurable frente al desarrollo de sus vecinos. No es mi propósito rastrear la situación históricamente, pero el presente [otoño de 1945] es particularmente ininteligible sin al menos una oteada a los sucesos previos, y tal vez sería conveniente, y no demasiado desorientador, dividir su desarrollo reciente en tres escenarios principales: a) 1900-1928; b) 1928-1937; c) 1937 al día de hoy tan artificial y simple como esto pueda parecer.
Primer periodo: 1900-1928
El primer cuarto del presente siglo fue una época de tormentas y presiones durante la cual la literatura rusa, particularmente la poesía (al igual que el teatro y el ballet), principalmente bajo la influencia francesa y, en cierta medida, alemana (aunque a uno no se le permite decir eso hoy), alcanzó su mayor altura desde la época clásica de Pushkin, Lermontov y Gogol. Sobre esto la Revolución de Octubre tuvo un impacto violento, pero no obstruyó la creciente marea. Una preocupación absorta e infatigable por temas sociales y morales es tal vez la característica más llamativa del arte y el pensamiento rusos como un todo; y esto en gran medida le dio forma a la gran Revolución, y después de su triunfo llevó a una larga y cruenta batalla entre, por un lado, aquellos rebeldes primordialmente artísticos que acudían a la Revolución para asumir sus posturas más violentamente "antiburguesas" y, por el otro, aquellos hombres de acción primordialmente políticos que deseaban inclinar toda actividad artística e intelectualhacia los fines sociales y económicos de la Revolución.
La rígida censura, que cerró puertas pero seleccionó cuidadosamente autores e ideas, y la prohibición o el desaliento de muchas formas de arte no políticas (particularmente génerostriviales como las populares historias de amor, de misterio y de detectives, al igual que todas las variedades de noveletas ybasura en general) automáticamente centraron la atención del público lector en obras nuevas y experimentales, llenas como solía suceder en la historia de la literatura rusa de sentidas y a veces pintorescas y extravagantes nociones sociales. Tal vez porque los conflictos en las obviamente más peligrosas aguas de la política y la economía podían fácilmente pensarse como muy alarmantes, las guerras literarias y artísticas se convirtieron(como lo hicieron en los países alemanes un siglo antes, bajo Metternich) en el único campo de batalla de las ideas genuino; incluso hoy las publicaciones literarias, tan domadas comonecesariamente lo son, por esa razón ofrecen una lectura más viva que la prensa diaria, monótonamente conformista y puramente política.
El combate principal de principios y mediados de los años veinte fue peleado entre los experimentadores literarios, libres y algo anarquistas, y los fanáticos bolcheviques, con fracasados intentos de tregua impulsados por figuras tales como Lunacharski y Bubnov.1 Esto culminó, entre 1927 y 1928, primero con la victoria, y después, cuando a las autoridades les pareció demasiado revolucionaria e incluso trotskista, con el colapso y purga (en los treinta) de la notable AREP (Asociación Revolucionaria de Escritores Proletarios), liderada por el más intransigentefanático de una cultura proletaria estrictamente colectivista, el crítico Averbakh. Luego sobrevino, durante el periodo de "pacificación" y estabilización organizado por Stalin y sus colaboradores de mente más práctica, una nueva ortodoxia, dirigida principalmente contra la emergencia de cualquier tipo de idea que pudiera distraer la atención de las metas económicas planteadas. Esto llevó a un punto muerto universal, al cual el único autor clásico sobreviviente de los grandes días, Máximo Gorki, finalmente y, según algunos de sus amigos, con reacia desesperanza le otorgó su bendición.
Segundo periodo: 1928-1937
La nueva ortodoxia, que finalmente se estableció después de la caída de Trotski en 1928, puso un punto final al periodo de incubación durante el cual los mejores poetas, novelistas y dramaturgos soviéticos, y, de hecho, los compositores y los cineastas, produjeron sus obras más memorables y originales. Marcó el final de la turbulenta segunda mitad de los años veinte, cuando los visitantes de........





















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