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El encanto decadente

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wednesday

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No sé por qué tenía tantas ganas de venir a Montevideo. Su nombre siempre me ha fascinado. Pero la fascinación por los nombres no tiene explicación. Por lo menos no una explicación convincente. Montevideo es la ciudad natal de algunos poetas franceses: Isidore Ducase —Conde de Lautreamont—, Jules Supervielle y Jules Laforgue. Aquí nació Juan Carlos Onetti y también el gran pintor, teórico y hacedor de juguetes uruguayo Joaquín Torres García.
     Al contrario de Buenos Aires, Montevideo se arroja al Río de la Plata, se entrega al río. Hay agua por todas partes. Me encanta pararme en las bocacalles de la ciudad vieja y ver agua a mi derecha e izquierda. Esta presencia constante del agua le da a la ciudad un ritmo amortiguado, como de siesta. Aquí todo parece suceder en cámara lenta. Además nunca hay suficiente gente en sus calles. Pareciera que están siempre en otra parte.
     Quizás esa otra parte sea La Rambla, el larguísimo malecón de la ciudad. Hoy es sábado y muchos lugareños están pescando y tomando mate en la orilla, sentados en los bancos, encima del rompeolas. Hace un día espléndido y sopla la brisa. Pero la brisa trae, intermitentemente, olores nauseabundos. El río está contaminado y montones de peces muertos flotan en la orilla. Las gaviotas sobrevuelan la zona en busca de alimento. Se arrojan a las aguas en picado. Pero en el último instante, a escasos centímetros, rechazan la presa, no alcanzan ni a tocarla y huyen espantadas. Las gaviotas no son aves carroñeras. Los pescadores, sin embargo, continúan pescando.
     A pesar de la gran cantidad de........

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