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Destino o libertad: el talante crítico de Isabel Turrent / En memoria de Isabel Turrent

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Los testimonios coinciden en que fue una mujer libre, una lectora voraz y una profesora excepcional. En la casa familiar disfrutaba los libros como ninguna otra cosa. Devoraba, aseguran sus hijos, no obras sino bibliotecas. En el aula, contagiaba a sus alumnos el rigor del análisis y el amor por la literatura. Fue generosa con todos, especialmente con sus lectores, a quienes ofreció, desde las páginas de Letras Libres y Reforma, una mirada crítica sobre los acontecimientos, en una prosa clara e inteligente, que apelaba a la historia y dejaba ver un compromiso auténtico con la libertad. Su sensible fallecimiento el 18 de junio de este año representa una irreparable pérdida para la cultura mexicana. Sirva este homenaje para recordar su legado.

De los muchos talentos de Isabel Turrent destaco dos que, me parece, son los principales: su agudeza y su talante crítico. Miraba a fondo, no se detenía en la superficie de los acontecimientos. Armada con un sólido bagaje histórico, cultural, económico y político, penetraba en los sucesos internacionales exponiendo causas y efectos, raíces y desarrollo. Y lo hacía siempre de un modo crítico, duro, para exponer defectos y caídas, sin complacencias.

Me aventuro al señalar que, respecto a la dicotomía destino y libertad de los pueblos, se decantaba por la segunda. Ni las naciones ni los hombres que las conforman tienen prefijado su devenir. Este puede parecer por momentos venturoso hasta que una suma de problemas lo para en seco y lo hace rodar por el polvo. La historia no tiene un desarrollo progresivo. Avanza, retrocede, da un rodeo y vuelve a comenzar. La historia como tejido complejo integrado por una multitud de hilos. Equilibrio tenso: las muchas y variadas causas entrecruzan en los efectos sus caminos. Si una falla, las demás se descomponen. Aventuro: Isabel Turrent disfrutaba ese tejido complejo de causas en equilibrio y discordancia. Me vuelvo a aventurar: no creía en fuerzas impersonales, creía en los hombres, con sus desatinos y sus triunfos. Creía en la libertad, en sus elevaciones y caídas.

La recuerdo en su casa. Tenía yo entonces veintitantos años. Enrique Krauze me invitó varias veces a comer con su familia. Una mesa muy pequeña en la cocina: Enrique, Isabel y los pequeños León y Daniel. Isabel repartía agudezas. Salpicaba de ironías la conversación. Era chispeante y de humor afilado. Cada cosa que decía Enrique la comentaba o rebatía con inteligencia y humor corrosivo. La recuerdo en su casa. Leyendo siempre, con los anteojos calzados a mitad de la nariz. Lectora voraz. Atenta siempre a todo lo que se publicaba en........

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