Entrevista a Elvira Navarro: “Los conflictos generan relato y son el motor de mi escritura”
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Una lavadora que sangra y provoca que su propietaria sea repudiada por su comunidad de vecinos, un trabajador de mantenimiento de autopistas que se obsesiona con el cuidado de los animales que quedan heridos o desahuciados en el pavimento, o una mujer que queda atrapada entre las laberínticas banlieues y que trata de escapar de la tela de araña como si fuese la protagonista de un videojuego. Tras el éxito con su anterior libro de relatos, La isla de los conejos (2019), Elvira Navarro retorna al formato breve con La sangre está cayendo al patio (Random House, 2025), volumen que contiene nueve cuentos con planteamientos tan adictivos y desconcertantes como los citados, donde lo real es continuamente puesto en jaque para intranquilidad de los personajes protagonistas, que parecen siempre desorientados e incapaces de sentirse cómodos en el mundo.
La onubense ha edificado en sus dos décadas de trayectoria como escritora una de las voces más originales en la literatura española y se ha movido entre el cuento y la novela, destacando, en este último género, obras como La trabajadora (2014) o Las voces de Adriana (2023), donde tanta importancia tiene la memoria. Conversamos sobre las señas de su idiosincrasia creativa, las claves narratológicas de su trabajo –desde el dibujo de los personajes hasta la inclusión de lo fantástico, sin olvidar cómo concibe el elemento espacial– o la salud del cuento en las letras contemporáneas.
Tu último libro fue la novela Las voces de Adriana, y ahora vuelves al relato con La sangre está cayendo al patio, que contiene nueve cuentos. ¿En qué momento crees que se encuentra el relato en la literatura española?
En España el estado del relato suele ser calamitoso. Ahora que estoy de promoción con mi libro de cuentos, noto que, con frecuencia, tengo que hacer pedagogía del cuento. Creo que hay mucha gente que rara vez lee relatos. La tradición lectora, incluso la canónica, se va a la novela. El relato ocupa un lugar secundario, excepto para los lectores que podríamos denominar como los “más literarios”, pero esto es muy minoritario. Muchas veces, el lector medio ve el cuento como una lectura para niños. Recuerdo que en los primeros años de este siglo aún se daban debates sobre si era mejor la novela que el cuento, como si, por una parte, los géneros tuvieran que competir y, por otra, como si fuesen realmente comparables. Son dos formas de escritura muy distintas.
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