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Yo escribo

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25.12.2025

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“Para nuestro regocijo o para nuestra desgracia, las contingencias de la realidad ejercen una gran influencia sobre lo que escribimos”, dice Natalia Ginzburg en su libro E’ difficile parlare di sé, en el capítulo donde trata sobre su vida y su escritura a raíz de una catástrofe personal.

Es difícil hablar de uno mismo, así que antes de hablar sobre mi experiencia en la escritura, en este momento de mi vida, quiero decir unas cuantas cosas sobre el impacto que una catástrofe, una situación traumática, tiene sobre una sociedad entera, sobre un pueblo entero.

De inmediato vienen a mí las palabras del ratón en Una pequeña fábula, de Kafka. Ese ratón que, conforme se acerca a la trampa y mientras el gato acecha por detrás, dice: “¡Ay!… El mundo se hace cada día más pequeño”.

Sí. Tras muchos años de vivir en la realidad desmesurada y violenta de un conflicto político, militar y religioso, puedo informarles con tristeza de que el ratón de Kafka tenía razón: el mundo, efectivamente, se vuelve más estrecho, más reducido con cada día que pasa.

Y también les puedo decir que un espacio vacío crece muy, muy lentamente entre la persona, el individuo, y la situación externa, violenta y caótica dentro de la cual vive. Esa situación que dicta su vida.

Dicho espacio nunca permanece vacío. Se llena rápidamente: con apatía, con cinismo, y más que nada con desesperanza, la desesperanza que alimenta las situaciones anómalas, favoreciendo su persistencia, en algunos casos incluso durante generaciones.

Desesperanza ante la imposibilidad de cambiar el estado reinante de las cosas, ante la imposibilidad de ser redimidos. Y la desesperanza que es aún más profunda: desesperanza ante las cosas que esta situación anómala saca a la luz, finalmente, en todos y cada uno de nosotros.

Siento que yo, y la gente que veo y que conozco a mi alrededor, llevamos una pesada carga, precio de este continuo estado de guerra. En él, el “área superficial” del alma que tiene contacto con el mundo violento y amenazante se encoge. La habilidad –y la disposición– de identificarse, incluso un poco, con el dolor de los otros se limita; el juicio moral se suspende. Casi todos sentimos desesperación ante la imposibilidad de llegar a comprender nuestros verdaderos pensamientos, inmersos como estamos en un estado de cosas que es demasiado aterrador y engañoso y complejo, tanto en términos morales como prácticos; de ahí que uno se convenza de que sería mejor no pensar, y opte por no saber… quizá esté mejor si dejo la tarea de pensar y de actuar y de establecer normas morales en manos de aquellos que, supuestamente, podrían saber más.

Pero ante todo, estoy mejor si no siento demasiado, al menos hasta que esto pase; y si no pasa, al menos habré aliviado en cierta medida mi sufrimiento, habré desarrollado una insensibilidad útil, me habré protegido lo mejor posible con ayuda de una pizca de indiferencia, una pizca de sublimación, una pizca de ceguera intencional, y grandes dosis de anestesia autoinfligida.

En otras palabras: debido al miedo perpetuo –y demasiado real– a resultar heridos, miedo a la muerte o a la pérdida insoportable, miedo incluso a la “mera” humillación, todos y cada uno de nosotros, ciudadanos del conflicto, prisioneros suyos, restringimos nuestra propia vitalidad, nuestro diapasón interno, mental y cognitivo, envolviéndonos siempre en capas protectoras que terminan por asfixiarnos.

El ratón de Kafka tiene razón: cuando el depredador se nos acerca, el mundo efectivamente se hace cada vez más pequeño. Y lo mismo sucede con el lenguaje que lo describe. A partir de mi experiencia puedo decir que el lenguaje con el que los ciudadanos de un conflicto sostenido describen su predicamento se vuelve progresivamente hueco cuanto más perdure la situación. Poco a poco, el lenguaje se convierte en una secuencia de clichés y eslóganes. Todo comienza con el lenguaje creado por las instituciones que administran el conflicto de manera directa: el ejército, la policía, los diferentes ministerios del gobierno; rápidamente el fenómeno se filtra a........

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