Un rastro de tinta a su paso
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Hace algunas semanas circuló la noticia de que el sistema educativo de Finlandia —uno de los más avanzados del mundo— eliminaría de sus programas la enseñanza de la escritura a mano. La versión fue desmentida al día siguiente (los niños fineses solo dejarán de aprender la llamada caligrafía cursiva o continuada), pero durante esas veinticuatro horas, mientras los apocalípticos se tiraban de los pelos y los integrados cantaban sus interminables loas al progreso, muchos nos preguntamos, una y otra vez, si era verdad que la gente del futuro va a ser incapaz de escribir con un lápiz y un papel.
A pesar de que muchos estudios afirman que, cuando se escribe a mano, el cerebro desarrolla habilidades de las que carecerían personas que no lo hicieran, esta cuestión puede ser anecdótica, incluso trivial, para personas que se dedican a muchos y muy variados oficios y profesiones (no a todos: hacia fines del siglo XX en Estados Unidos morían unas 1.500 personas al año por culpa de la mala caligrafía de los médicos).
Para quienes no es anecdótico ni trivial es para los escritores. De hecho, pese a las numerosas ventajas de los procesadores de texto, muchos de ellos siguen escribiendo a mano. ¿Por qué? Veamos algunas de sus respuestas.
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“Hay un problema con la computadora, y es que los dedos van demasiado rápido en el teclado”, opina el argentino Martín Kohan. “Cuando yo escribo a mano el tiempo del dibujo de la letra se acompasa con la cadencia que busco en la frase y con el tiempo de aparición de las frases en la cabeza. El teclado es una desgracia, porque la mano escribió demasiado rápido cuando todavía la palabra........
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