La biblioteca de la casa
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Agustín Yáñez, en 1945, mandó hacer, para la revista Occidente, una encuesta sobre “Los libros fundamentales de nuestra época” y doce años después, considerándola vigente, la publicó como folleto (Et Cætera, 1957). Leyéndolo, en Letras Libres nos pareció pertinente repetir el ejercicio e invitamos a treinta escritores a hacer su propia lista de libros fundamentales, sabedores, como lo sugiere Gabriel Zaid en el ensayo que forma parte de este dossier, de que la manufactura de listados es una extraña pasión letrada. Yo agregaría que de esa pasión solo hablamos, por lo general, cuando nos toca, a los escritores, leer, bajo la forma de una antología, una lista en la que no figuramos o de la cual han sido excluidos quienes respetamos y admiramos.
¿Cuál es nuestra época?
En 1945 la mayoría de los encuestados asumió que nuestra época cubría más o menos los últimos dos siglos, aunque hubo quien no resistió mencionar a Platón. Para los requeridos en aquel entonces, y ello podría ser un dato para considerarse como punto de partida, “su época” iniciaba con cierta claridad un siglo atrás, con el Manifiesto del Partido Comunista (1848) de Marx y Engels, alcanzaba su apogeo con Nietzsche y se extinguía con los libros de Oswald Spengler, José Ortega y Gasset, Max Scheler y Miguel de Unamuno: todos ellos publicaron algunos de sus libros más célebres en los años veinte de la centuria pasada. En cuanto a nuestros contemporáneos inquiridos, “su siglo”, en el sentido de brevedad cronológica que le dio Eric Hobsbawm (inevitablemente mencionado con su Historia del siglo XX), como en el que tenía en tiempos de Voltaire, la fusión de lo que vivimos ordinariamente con aquello que dará gloria y renombre a nuestra época, es más corto.
La mayoría de los colaboradores de Letras Libres entendieron por enteramente suyos los últimos cincuenta, setenta años, aunque hubo quienes no tuvieron escrúpulo en remontarse a las grandes obras anónimas y colectivas como la Biblia o el Popol Vuh o enlistar a Cervantes, Ariosto, Shakespeare, Montaigne, Dante. Otros ofrecieron un canon hispanoamericano iniciado con Rubén Darío, que, muy plausible, no puede ser el motivo de estas observaciones pues, en atención a su propósito sintético e introductorio, me concentraré en aquello que se entendía y se entiende, con la vaguedad del caso, por nuestra época. Hubo finalmente, más en 2013 que en 1945, encuestados que, ante la duda de si las obras debían ser fundamentales para la humanidad o para sí mismos, optaron por la modestia y hablaron solo de lo que a ellos les ha hecho mella.
Ciencia y pensamiento
En 1945 el autor del libro más mencionado fue Albert Einstein con El significado de la relatividad y en 2013 aunque no faltaron científicos en las listas, ninguno –Werner Heisenberg, Erwin Schrödinger, Francis Crick, Stephen Jay Gould– alcanzó la prominencia einsteiniana, seguida en aquel entonces por menciones a Max Planck, a Louis Pasteur y a Sigmund Freud, quien me parece que antes de la popularización del psicoanálisis era visto más como un polémico científico que como un patriarca de la cultura moderna. Debe decirse, en descargo de nuestros contemporáneos, que la encuesta de Yáñez interrogó a varios científicos, mientras que en la de Letras Libres es abrumadora la cantidad de hombres y mujeres de letras.
De los filósofos mencionados el que ha perdido mucha de su prominencia es Henri Bergson, el autor más mencionado en 1945 por encima de Einstein y cuya Evolución creadora solo fue mencionada, entre las obras, por debajo de El significado de la relatividad. Aquel Premio Nobel de Literatura y escritor delicioso ha caído en la estima pública, es evidente: en Francia batallaron recientemente al relanzar, en libro de bolsillo, una colección Bergson y el autor de La risa está ausente en la biblioteca de la Pléiade. De los preferidos de hace sesenta años tampoco le ha ido bien, por ejemplo, a Wilhelm Dilthey y entre los filósofos canónicos del siglo XX fue mencionado Ludwig Wittgenstein, en 2013, con sus Investigaciones filosóficas (1953), junto a Bertrand Russell con alguno de sus libros. Tampoco Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre gozaron de mucho predicamento entre los colaboradores de Letras Libres.
Pero, pensando en la volatilidad del magisterio filosófico o filosofante entre el público........
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