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La vigencia de la crisis de Excélsior

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En política no existe el hubiera, pero en los escenarios hipotéticos de interpretación de hechos pasados el “hubiera” ayuda a explicar comportamientos personales en contextos sociales y políticos. Los cuarenta años del llamado “golpe al Excélsior” de Julio Scherer García tendrían que ajustar cuentas bajo una hipótesis de trabajo: ¿qué hubiera ocurrido si la tarde del 8 de julio de 1976 Scherer decide quedarse en el salón de la asamblea y dar la pelea contra la burocracia cooperativista controlada por el gobierno, tal y como lo había hecho desde 1968, año en el que asumió a contrapelo la dirección del diario?

La destitución de Scherer como director ha sido mitificada como una lucha de la prensa contra el absolutismo presidencial de entonces. Pero debajo de ese hecho político existieron circunstancias de poder que vale la pena explorar: Arno Burkholder, el académico que mejor ha estudiado el caso, recuerda en “El olimpo fracturado. La dirección de Julio Scherer García en Excélsior 1968-1976” que el gobierno de Díaz Ordaz tuvo la oportunidad de liquidar el experimento de Scherer pero prefirió mantener un equilibrio de poder dentro del periódico y del periódico con el poder institucional.

Eran los tiempos, ciertamente, en los que el poder presidencial era absoluto pero también gestor de equilibrios. Si se revisan los datos de la asamblea del 8 de julio, Scherer habría podido conseguir los votos necesarios para frenar a los rebeldes; pero ocurrió que los rebeldes habían sido prohijados por el propio Scherer en un manejo equivocado de las alianzas y las lealtades.

De ahí que el caso Excélsior tenga cuando menos tres variables: la composición de los grupos disidentes, el aislamiento de Scherer y su grupo editorial de élite en la cooperativa y la urgencia del gobierno de Echeverría de frenar el periodismo crítico en un año que ya comenzaba a sobrecalentarse con los rumores de golpe de Estado, los chismes sobre la reelección presidencial, la ambición de Echeverría de encabezar la onu y obtener el Premio Nobel de la Paz, y el saldo de las elecciones presidenciales del 4 de julio con el triunfo apabullante de José López Portillo –pariente de Scherer y afectado en 1975 con la publicación en Excélsior de un documento de reforma fiscal que asustó a los empresarios–, quien obtuvo el 100% de los votos porque el pan no pudo tener candidato.

Lo ocurrido en Excélsior en el periodo 1968-1976 fue un proceso de relaciones políticas y de poder que rompieron los perfiles del sistema político priista.

Julio Scherer García fue un personaje único: hombre de su tiempo y de su circunstancia, y como no salvó a su circunstancia tampoco se salvó él. Inflexible, nervio puro, obsesivo-compulsivo, nada lo retrata mejor que sus entrevistas con grandes personajes, publicadas primero en Excélsior y ahora recogidas en libros. El título escogido por sus sucesores en Proceso no pudo haber sido más afortunado: Entrevistas para la historia, no “con”, como las de Oriana Fallaci. Sus encuentros con personajes como André Malraux, Fidel Castro, Octavio Paz y el subcomandante Marcos fueron, más que el desdoblamiento del interlocutor, un sufrimiento........

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