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Un año de amor

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Desde que sucedió lo que le sucedió ha pasado ya más de un año. Como suele pasar, no fue la crisis sino lo que esa crisis reveló. Por ejemplo, sirvió para quitarse algunos lastres-lapas que se quedan pegados esperando agazapados el momento de saltar. También para librarse de compromisos, de chapas lastimeras en forma de audio que siempre apelaban a la compasión. Doce meses después, aún me llegaba algún coletazo de todo aquello. Es curioso que la gente más privilegiada –en el sentido de las necesidades básicas cubiertas– suele ser la más quejica –sobre esas mismas necesidades básicas.

Lo que sucedió fue una tormenta en un vaso de agua, como suelen ser las cosas que pasan en internet, raramente desbordan la burbuja. Lo que pasó es que yo cuestioné el genuino interés de editoriales y medios en las escritoras y lo que escriben. Lo cuestioné porque respeto la literatura y desprecio el mercado. Veo una maniobra de aprovechar, por un lado, la reparación que se quiere hacer a años de desprecio y desinterés a lo que escribían –hablo no de las últimas décadas, hablo con perspectiva histórica y mitológica si me apuras–, y por otro, el gusto del público, que parece elegir o haber descubierto a las escritoras (hay quien dice que esa predilección tiene que ver con que hay más mujeres lectoras, lo que haría que eligieran leer a otras mujeres). El capitalismo fagocita todo, hasta el punk, así que con el feminismo no iba a ser menos, como demuestran desde las camisetas con mensajes feministas (identificando lo enunciado con haberlo realizado) hasta Barbie, la película, ese chiste alargado convertido en un anuncio estirado con otro anuncio dentro en el que se nos quiere convencer de que Barbie, la........

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