Testigo casual de la unidad de España
La primera vez que oí hablar de los Toros de Guisando fue en la escuela de Forcarei, aunque después tardé varios años en saber que Guisando era una localidad real, que tenía que estar en algún sitio, y que, como se decía en la aldea de todo lo antiguo, «tenía mucho mérito». Y el primer verraco real que vi, siendo estudiante, fue el de Salamanca —sin cabeza, partido en dos, restaurado, y colocado a la entrada del puente romano (1954), coincidiendo con el IV Centenario de El Lazarillo de Tormes, para recordar que el ciego patrón de Lázaro le dio un fuerte cabezazo contra el duro granito para enseñarle a no fiarse de nadie.
A los Toros de Guisando —municipio de El Tiemblo— llegué de casualidad en 1979, cuando, tras asistir a una reunión en Toledo, y teniendo en cuenta que la red de autovías de hoy aún era una quimera, decidí dejarle rienda suelta a mi Citroën GS para que me trajese a casa. Así me metí en la actual carretera N-403 —por........
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