El vértigo del vacío que nos deja
Santiago Rey se nos ha ido y el cronista, este cronista, enmudeció de repente. Se quedó momentáneamente sin palabras. Embargado por un sentimiento de orfandad y sin ánimo para colgar el dolor en la percha del tópico o para oficiar el ritual de la laudatio póstuma. Mudo también por pudor: recordar su relación con el patrón, más de cuatro décadas de nuestras vidas respectivas, equivale a desnudarse en público. A exponer en el escaparate de la concurrida gran vía sus intimidades y el saldo de deudas contraídas y jamás satisfechas.
Santiago Rey se nos ha ido y un amigo común incita al periodista, este periodista, a romper su silencio. Con un argumento plausible: alguien, en estos tiempos de polarización a piñón fijo, podría malinterpretar su mutismo. Recurro........
© La Voz de Galicia
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