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Sin ninguna expectativa, por Rosa María Palacios

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Mañana, 28 de julio, la presidenta Dina Boluarte concurrirá al Congreso para cumplir la obligación constitucional de dar un mensaje anual, personal y por escrito, que contenga “la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que el presidente juzgue necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso”. Esta será la tercera y última vez que lo haga.

A juzgar por las dos anteriores oportunidades, lo más saltante que podemos esperar es que sea un discurso muy largo. En el 2023 se extendió más de tres horas y en el 2024 más de cinco horas. En los días siguientes a ambos eventos no mostró, ni la presidente ni su entorno, remordimiento alguno y menos propósito de enmienda. Al parecer, el objetivo era uno solo: probar que sí sabe leer y que puede estar de pie, sin necesidades corporales, en búsqueda de un insólito récord. Si esto le parece mérito, no podemos sino esperar que el discurso de despedida sea más largo, más tedioso y más aburrido. Parece imposible de lograr después de lo que vivimos en el 2024, pero va por ello. Hacerse odiar ya es casi su deporte favorito.

Acumulando yo más de un par de décadas en estas coberturas, el discurso que cierra el cuarto año de un mandato es el más intrascendente de todos. El desgaste de los gobernantes hace que no tengan nada nuevo que decir u ofrecer para los 12 meses que le quedan. Las audiencias ya no creen en nada y el cambio de gobierno es la mayor esperanza de todos.

Sin embargo, algún balance hay que ofrecer. ¿Cuál es la situación........

© La República