Antes de ayer tuve el placer de asistir la Cena de la Libertad, en la que el Instituto Juan de Mariana otorgaba su reconocimiento anual, en esta ocasión al presidente de Argentina, Javier Milei. En uno de los discursos, el profesor Huerta de Soto afirmó que ninguna persona debería ostentar un cargo político de responsabilidad sin antes haber estudiado (y comprendido) los fundamentos básicos de la economía. Y no le falta razón puesto que, como decía Hazlitt, las dificultades inherentes a la materia económica permiten el advenimiento de grupos con intereses egoístas. El común de los mortales no tiene herramientas de juicio ante el terrible dogmatismo político y permanecemos impasibles ante tropelías que serían intolerables si realmente comprendiéramos lo que están haciendo. No es más que populismo económico.

Cientos de ejemplos vienen a la mente, pero tal vez uno de los más paradigmáticos es el de la reducción de la jornada laboral. El pedigrí populista exige hacer gala de esta reivindicación que, automáticamente, será aclamada por la masa social en su conjunto. Al fin y al cabo, ¿quién está en contra de cobrar el mismo salario por trabajar menos horas? Se nos vende esta idea como perfectamente factible y se........

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