En el punto de mira
La libertad de expresión y la libertad de prensa nunca son monedas de cambio para hacer más agradable y dulce la vida del poder político. Al contrario, son garantía de democracia, junto a la separación de poderes y el Estado de derecho, para impulsar la transparencia, la verdad, la justicia y la igualdad. A Pedro Sánchez se le está yendo de las manos eso de reescribir bajo pretexto europeo la ley de publicidad institucional para luchar -dice- contra los “bulos de extrema derecha”, también conocidos como caso Begoña. Una peligrosa cruzada disfrazada de regeneración democrática que recuerda bastante a regímenes autoritarios, siempre más preocupados por la impunidad que por gobernar en justicia y libertad.
Habrá que determinar, pues, qué son bulos de extrema derecha y cuales, no. En definición del diccionario del fango son “bulos de extrema derecha” los casos de presunta corrupción que afectan al Gobierno, el PSOE y el entorno familiar del presidente aunque haya sentencias, imputaciones o investigaciones de fundadas sospechas. Y no son “bulos de extrema izquierda” los casos de corrupción que afectan a la derecha porque esa es la verdad única considerada por el poder sanchista como definición de la auténtica realidad política que nos rodea. Lo de siempre, esto es, el doble rasero: distinción entre extrema derecha fascista y extrema izquierda democrática, guerracivilismo justo y guerracivilismo asesino, corrupción impune de izquierdas y no impune de derechas, etc. Lo que se ha venido en llamar superioridad moral progre a base de propaganda y relato. Cuando un régimen político hace estas distinciones desde el poder gobernante, es temible una deriva presidencialista sin conciencia ni consideración hacia lo que debe ser la obligación inexcusable de un Gobierno: aumentar la calidad democrática y predicar con el ejemplo prometido de la........
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