"Asilos de posguerra"
Jueves, 24 de octubre
Sólo hablé una vez con este hombre capaz de arrancar de las calles a miles de ancianos a quienes ha dado cobijo en cerca de un centenar de residencias. Recuerdo ahora el verso de Allen Ginsberg: “Hombres estropeados en los ejércitos / ancianos que lloran por los parques”.
Cierto, sólo una vez hablé con él. Hace años, serían las nueve de la mañana cuando le vi entrar en el Café Latino. Pidió un café con leche. Me aproximé a él un poco tímidamente: “Don Benigno, me alegro de conocerle, soy un admirador de su obra”. “No, hijo, yo soy un humilde sacerdote. Somos muchos los que hemos trabajado para llevar esto adelante”.
Don Benigno tomaba su café lentamente. Recuerdo su mirada cálida y su gesto levemente sonriente y le dije: “Sabe, yo conocí los tristes asilos de la larga posguerra. Conocí el de Verín que llevaban adelante con trabajo titánico un puñado de monjitas. Recuerdo su mobiliario antiguo y una débil luz eléctrica. Allí vivían arracimados un montón de ancianos”. Don Benigno me escucha con mucha atención. “Tenían........© La Región
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