Miles, cientos de miles, millones… incontables multitudes de humanos colapsan calles, plazas, playas, restaurantes, espectáculos, recitales, instalaciones deportivas… Las vías de comunicación terrestres se convierten en inmensas serpientes metálicas donde los vehículos son celdas de castigo de prisioneros inmovilizados durante horas, esperando el indulto a su deseo de disfrutar de unas merecidas vacaciones. Los aeropuertos, las estaciones ferroviarias, los cruceros… son hangares de concentración de los más ilusionados en alcanzar paraísos manipulados por la virtualidad de un vergel inexistente.

Capitalistas iluminados por el oro que los viajeros van despilfarrando, entregan a cambio de sustanciosos beneficios hogares que usurpan a los demandantes de vivienda sin importarles las consecuencias en la salud y........

© La Región