Fondas, hoteles y cafés a finales del XIX en la capital
Las posadas y las ventas se resistían a morir. No obstante, en el siglo XIX los viajeros comenzaban a alojarse preferentemente en fondas. En ellas se ofrecía también alojamiento y comida, pero eran establecimientos más esmerados. Es cierto que en Ourense se hicieron un poco de rogar. No se puede ignorar que la centuria decimonónica fue económicamente un período crítico -conspiraciones, guerras, o salarios de miseria-. Bien es verdad que, en 1883 -lo atestigua la única Guía de Galicia, realizada en la provincia, por el ribadaviense, Cesáreo Rivera- en la ciudad tan solo se contabilizaban construidas 900 casas -O Carballiño contaba con 500 y Ribadavia, con 400-. Y aun a principios del siglo XX, el censo registraba poco más de quince mil habitantes en la capital. Es comprensible, pues, que, con este panorama, el número de casas de huéspedes, en la red de alojamiento, predomine, tanto sobre las fondas, como sobre los cafés.
Aun así, fue principalmente, a medida que mudó la morfología urbana, con los nuevos establecimientos en torno a la calle Progreso, cuando hace su aparición la fonda de Cuanda, una de las más emblemáticas de la capital, que junto a la de Doña Luz, eran las únicas que tenían la categoría de primer orden. Hacer noche en ellas costaba entre 5 y 6 pesetas. En este último local, sito en la calle de la Corona, en 1876, tras los tres días de festejos tributados al Padre Feijóo, se........
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