El Cinematógrafo, de la barraca al pabellón
Revolucionó el sector de la imagen. Nunca, con más razón, se podía decir aquello de que la vida es sueño. Es cierto que todo el mundo estaba familiarizado con las diapositivas o linternas mágicas, incluso en Ourense. En los alrededores de la Alameda ya se realizaban este tipo de espectáculos ópticos en las postrimerías del siglo XIX. Pero que, sobre un telón, las imágenes cobrasen vida, eso era…, fascinante. En el denominado Siglo de las maravillas, el cinematógrafo suscitó, al menos, lo que, en su día, la aparición de la imprenta. Solo que, al papel, lo sustituía la película; al libro, la pantalla; y los filmes eran, ahora, como bibliotecas ambulantes. Gracias a él, se proyectaban short storys -historias cortas-. E inevitablemente, su encantamiento, el fácil traslado, o mismo, el sencillo manejo, permitió su rápida difusión. En 1925, se contabilizaban 17000 cinematógrafos en EEUU; 4000, en Alemania; 3500, en Inglaterra; y, 1600, en España.
En realidad, solo un año más tarde de que en París, los hermanos Lumière, en 1895, llevasen a cabo la primera exhibición pública con aquel mágico artefacto, se hacían sesiones en Madrid, San Sebastián, Bilbao, Sevilla o Barcelona. Y, en menos de dos años, aparecía en Ourense. En la Huerta del Concejo se levantaba una barraca a la que concurría, primero, la burguesía ourensana -encandilada con los cuadros coloreados........
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