Desciende Baldo de A Rabeda como a la conquista de la urbe cuando lo imaginábamos desde una Celanova con más poso que su último refugio de Golpellás. La postrera vez que se le vio, o lo vi en plan exposición, fue en una habida en la subterránea sala de Roberto Verino y alguna más donde sus etéreas ninfas parecieran vagar con mayor libertad que encorsetadas en la seriedad de una pública biblioteca, como ahora sus collages de personajes de la literatura local, que mejor acomodo no hallaran. Así que el Risco, de Miteleuropa; el Otero Pedrayo, de la Guía de Galicia; el Ferrín, de Arraianos; el Valente, de La memoria y los signos; el Curros, de Aires da Miña Terra, que ahora se ven representados por esa visión moreiriana que trabaja sobre perfiles de las fotos de Mani Moretón y mediante esa técnica del collage logra unos sorprendentes retratos, entre los que algunas ausencias, acaso la de Celso Emilio, paisano suyo, que también merecería estar en ese olympo particular de aquella Atenas de Galicia que más decíamos los de aquí que los de allá, los de las otras tres provincias galaicas. Bueno,........

© La Región