Circunvalando Cachamuíña, quietud, expansión y hermosura
Uno que se confiesa poco amigo de ruteras repeticiones, sin embargo se halló una soleada invernal, primaveral de temperatura, cabe a esa artificial laguna de Cachamuíña, meca contemporánea de tantos caminantes ciudadanos que prefieren la variedad, acaso, al asequible paseo del Miño, a pie de casa.
Fue como aterrizar allá, y siguiendo las agujas del reloj, pasar por el estrecho vial del muro de contención donde a todas horas no menos de media docena de autos te obligan a pararte y ladearte. A esta hora las retenidas aguas del Loña amanecen con ese fluctuante vapor de las disipadas nieblas como a modo de un remanente, que le da esa magia que supera a la de los más diáfanos días. Ganada la otra orilla del embalse, nutricio único que fue con Castadón para abastecer de agua a la ciudad, hoy superado por la traída desde el Miño, junto a la desembocadura del Loña.
Aún hasta ayer mismo dejaban vacío el embalse de Cachamuíña, cuando el estío prolongado, dando una pobrísima impresión de sequedad, como esa que solo producen las vistas de tantos embalses por ahí secos. Ahora que no se vacía lo agradecen quienes lo circunvalan no una vez sino hasta dos o tres. Solo se echa de menos, me parece que se va a actuar sobre ello, que aquello no sea........
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