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La agresiva apropiación cultural de Puno

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Detrás de esas máscaras de yeso y hojalata se esconden feligreses que se redimen de hinojos ante la Virgen de la Candelaria, en Oruro. Su vida transcurrida entre el bien y el mal tiene cobijo en la santa católica. Así, peregrinan a sus pies danzando, como en 1789, cuando la imagen fue descubierta a las faldas del cerro Pie de Gallo.

Detrás de esa fe hay un sincretismo único. Las deidades ancestrales del Huari y la Pachamama se funden con el diablo y la Virgen, y los rituales son manifestaciones de la cultura andina y la fe católica. Toda una amalgama de identidad propia: del Supay, el Tío, el Chiru Chiru, el Nina Nina (Anselmo Belarmino), Sebastián y Lorenza Choquiamo, las plagas que azotaron al pueblo Uru, el Sábado de Peregrinación, el Convite, el Alba, el relato de los siete pecados capitales, María Antonieta, los bordados, los cargamentos de plata y las centenarias danzas de la diablada, la morenada, los tobas, la llamerada y la kullawada, y aquellas del último periodo como el caporal o los suris. Y el festival de bandas.

La declaratoria del Carnaval de Oruro como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, otorgada por la Unesco en 2001, es la validación........

© La Razón